El 2020 me enseñó, como médico y ser humano, que no vivimos en un mundo perfecto, que las decisiones sanitarias guiadas por la política hacen mucho daño. Este mes morirán al menos 300 salvadoreños/as por causa del covid-19, y eso, como sociedad nos invita a reflexionar sobre nuestro comportamiento, y el del gobierno. Recientemente, el MINSAL publicó los lineamientos que guían la distribución de la vacuna contra el virus. Uno de los grandes defectos, desde mi punto de vista técnico, es la falta de inclusión de evidencia reciente que está siendo producida por países que ya se encuentran distribuyendo la vacuna. Existen varios temas, que la nueva evidencia está produciendo.

Primero, simplemente hay una limitación de la oferta. Esperábamos que ya estuvieran disponibles vacunas adicionales. Pero sólo se han autorizado las vacunas Pfizer y Moderna, y se están produciendo más lentamente de lo esperado. Aún más preocupantes son los cuellos de botella en la distribución que dificultan la vacunación de la gente lo más rápido posible. Los Estados Unidos proyectaban tener vacunadas un 20% de su población a esta fecha, pero solamente han cubierto a 1%. Lo mismo ocurre, con excepción de Israel, con otros países.

Los beneficios de la inmunidad que producen estas vacunas no sólo se acumulan en los vacunados, sino también en la sociedad en general, ya que frenan la propagación del virus. Hasta que no se vacunen muchas más personas, este último beneficio será mínimo. Otro factor es el estado de la pandemia: Cientos de miles de personas se están infectando y miles mueren cada día. Cualquier persona de alto riesgo que no esté vacunada hoy podría infectarse mañana y morir en un mes. Pero se están reteniendo la mitad de las dosis de reserva para que la gente se ponga la segunda vacuna. Eso retrasa las cosas.

Otro tema, que nos viene a complicar la situación es la nueva variante del coronavirus. Los modelos epidemiológicos y la experiencia de Gran Bretaña indican que es probable que se convierta en la cepa dominante dentro de unos pocos meses. Aunque la nueva variante no parece más mortal a nivel individual, un virus más infeccioso significa más casos, lo que significa más hospitalizaciones y muertes. Necesitamos vacunar a tantas personas como sea posible lo más rápido posible para salvar la mayor cantidad de vidas.

Centroamérica y la mayoría de los países están proponiendo un proceso en etapas para la distribución de la vacuna, priorizando aquellos con mayor riesgo de infección y/o de muerte. Sin embargo, los cuellos de botella en la producción y distribución de la vacuna que están apareciendo, obligan a los gobiernos y autoridades sanitarias a explorar estrategias alternativas. Una de estas alternativas, dignas de consideración, apareció publicada recientemente en el Washington Post. Robert Wachter, jefe del departamento de medicina de la Universidad de California en San Francisco, y Ashish Jha, decano del departamento de salud pública de la universidad de Brown en Rhode Island, proponen dar a la gente una sola inyección ahora y esperar la segunda hasta que la escasez disminuya, con el fin de proteger una mayor cantidad de gente.

La propuesta se fundamenta en los resultados de los ensayos clínicos de las vacunas Pfizer y Moderna. Aunque fueron diseñadas para probar la efectividad de dos inyecciones dadas con un mes de diferencia, ambas mostraron que la primera inyección tuvo un beneficio sustancial a partir de unos 10 días después. En ambos ensayos, en el momento de la segunda inyección, la primera ya era 80 a 90 por ciento efectiva en la prevención de los casos de COVID-19. La mayoría de los expertos creen que es extremadamente improbable que la inmunidad caiga en picada de alguna manera en la octava o incluso en la duodécima semana después de una sola dosis. Darles a cuatro millones de personas - particularmente a aquellos en alto riesgo - una sola inyección que tenga una efectividad del 80 al 90 por ciento salvará muchas más vidas que darles a dos millones de personas dos inyecciones que tengan una efectividad del 95 por ciento. Un llamado a las autoridades de salud de los países para revisar sus políticas de vacunación.