El Covid-19 no es ningún juego ni una suerte de apuestas. Es un virus letal y omnipresente que mata gente de todos los niveles y que derrumba economías debilitadas como la nuestra. Grandes potencias del mundo han visto morir a muchos y han sufrido crisis económicas que han afectado especialmente a su clase trabajadora y a muchos emprendedores generadores de fuentes de trabajo.

En El Salvador, más de 21,500 empleos cerrados durante la cuarentena que vivimos el año pasado, no se han podido recuperar. Mucha gente sigue desempleada y desesperada porque se están endeudando y necesariamente han tenido que bajar sus niveles de vida. La crisis económica se ve reflejada de mil maneras, una de ellas es el cierre de colegios privados por falta de matrícula y el incremento de matrícula en las escuelas públicas.

En el plano económico las afectaciones negativas no están afectando el presente y nos generarán graves afectaciones para el futuro. El Salvador está adquiriendo una excesiva deuda externa que dentro de algunos años se comerá buena parte del presupuesto de la nación. La deuda no necesariamente es por el Covid-19, pero la pandemia sirve para justificar esa condición. Ya le debemos mucho dinero al Mundo, hasta nuestros nietos y sus hijos están endeudados, por lo que cada futuro préstamo debe justificarse con seriedad y aprobarse solo estrictamente si es inevitable hacerlo.

Dejando a un lado las consecuencias negativas del virus en el plano económico, hay que decir que el Covid-19 sigue a la par de cada persona. Convive entre nosotros. Cualquiera, sin darse cuenta, puede ser portador del mismo y contagiar a otros. Es fácil el contagio y difícil dolorosa enfermedad. Lo mejor es evitar contagiarnos.

Las cifras oficiales confirman que más de 1,500 personas han muerto en El Salvador a causa de la enfermedad. Todos sabemos que la cifra es mucho mayor, pero por alguna razón que algún día se sabrá, las cifras se ocultan o se manejan de acuerdo a conveniencias de algunos. En los últimos días a diario se están muriendo entre ocho y diez personas y las cifras de contagios diarios ronda entre los 300 o más.

En las plataformas de las redes sociales circulan miles de mensajes para orientar a las personas a evitar contagiarse. El gobierno a través del Ministerio de Salud mantiene una campaña a través de los medios de comunicación para concienciar a la ciudadanía sobre la necesidad de cuidarnos, los mismos medios mantienen en sus campañas solidarias mensajes que buscan calar en la conciencia de las personas. Si nos enfermamos podemos enfermar a nuestras familias y alguien muy cercano puede morir-

Contagiarse no es un delito ni necesariamente indica un acto inmoral o un estilo de vida desenfrenado. Alguien puede adquirir el virus en el transporte colectivo, en la iglesia, en el trabajo, en la tienda de la esquina, en el mercado, en el hogar, en cualquier sitio. Nadie que se contagie y enferme debe avergonzarse de ello y quedarse en el anonimato por temor a la discriminación. Al contrario, debemos seguir el tratamiento y las recomendaciones médicas y dar a conocer que estamos contagiados para que las personas que por cualquier circunstancia tuvieron contacto con nosotros tomen las debidas precauciones. Lo peor que podemos hacer como seres humanos es discriminar a alguien que se contagió.

La mayoría de los que adquieren el virus son asintomáticos, lo cual es un arma de doble filo, porque es una bendición personal, pero sin darnos cuenta podemos andar contagiando a otros que por factores psicosomáticos pueden agravarse y morir. Por eso lo mejor es usar siempre la mascarilla protectora, lavarse las manos cotidianamente con jabón y alcohol gel, guardar el distanciamiento social, evitar las aglomeraciones, quedarse en casa y no salir solo si es necesario, acudir a las instituciones de salud apenas se sienta el primer síntoma, informarse debidamente y no dar credibilidad a quienes desinforman, si trabaja en una oficina o sitio donde comparte con otros debe hacerlo respetando todas las medidas y no contribuir a difundir rumores. La enfermedad es para todos, pues el virus no tiene color político.

Definitivamente tenemos que cuidarnos individualmente para cuidar a nuestras familias y a los demás. Es triste ver a personas que arden de la fiebre, que no pueden respirar, que sufren intensos dolores de huesos, que pierden el olfato y el gusto, que sufren severos dolores de cabeza, que los entubany los conectan a un respirador artificial… que mueren. ¡Por favor, cuidémonos! Vivir es lindo.