Los orígenes de los términos crimen organizado se remontan a la década de 1930 cuando las mafias criminales descubrieron el poder económico y financiero que podían lograr por medio del tráfico de bebidas alcohólicas, para luego pasar a temas relacionados a drogas, armas de fuego y en este siglo la trata y tráfico de personas.

El caso “Culiacán” en Sinaloa, México de hace 12 días debe de llamar la atención de la todos los estados, pero en particular de El Salvador, Honduras y Guatemala que durante el presente siglo ha sido la región más violenta del mundo sin encontrarse en una guerra abierta, presentado en diferentes momentos más asesinatos que países en conflicto, así como personas desaparecidas forzadamente, y desplazamientos forzados Internos y externos.

El crimen organizado tiene su carta de presentación en una primera etapa o estadio denominada “predatoria” que se caracteriza por el reclutamiento de sus miembros y la conquista, dominio, control de territorios; hace muchos años tenían que utilizar la violencia, temor para conquistar, ahora no, parte de la población quiere ingresar y ser parte de ellos para alcanzar poder, beneficios, o un estilo de vida, sin mayores esfuerzos.

La segunda etapa es conocida como “parasitaria” influencia muy sustancial en el sistema político, económico y social de un país, municipio, o micro región, uno de sus objetivos en esta etapa es corromper funcionarios, instituciones, organizaciones, gremios, sociedades.

Y la tercera etapa es la “simbiótica” cuando toda la estructura llega a depender del “parásito” para que el sistema económico, político, social y seguridad lleguen a necesitar el alimento del crimen para que se incremente la impunidad.

Algunos académicos e investigadores incluso le denominan al crimen organizado que se ha convertido en América Latina en una “nueva clase social criminal” con gran capacidad de poder en todo sentido; el enfoque tradicional para enfrentar estas nuevas amenazas ha sido la represión y buscar el combate por la vía jurídica, con leyes especiales, y cuando se aprueban las leyes luego de meses o años de estudio de anteproyecto de ley, el crimen organizado ha mutado ya que su naturaleza es ir delante de los Estados y de la ley.

Por supuesto que leyes modernas donde se establezcan las mejores prácticas que en otros países ya pasaron la prueba y error son vitales, pero considero se debe de apelar a un modelo de mejor gobernanza, y el establecimiento de un política criminológica, y no solo criminal, que afecte, se aplique y se interprete para gobernantes y gobernados, cerrando los espacios que permiten instituciones débiles, que daña la economía de un país, una cultura que premia la ilegalidad; esta política criminológica debe ser integral, que trascienda al menos cuatro periodos presidenciales, que cuenten con amplia participación ciudadana en su formulación y control, que sean generales y específicas, y que el eje punitivo no sea el predominante, ni único. Una política criminológica con base en prevención no será rápida, pero será permanente y sostenible.

El desmontaje del crimen organizado inicia con un Estado que llegue atender y servir a la población, para que no suceda como en Culiacán que grandes sectores de la población apoyaron al Cártel de Sinaloa, y no al gobierno ya que en este momento son ellos quienes brindan la asistencia, servicios y otros.