Es evidente que hay toda una avalancha que está tratando de penetrar las esferas del Estado para, por medio de leyes, imponer a toda la sociedad salvadoreña la ideología de género y el aborto, utilizando la plataforma del movimiento LGTBIQ. Creo que cada persona es libre de vivir como desee, y lo que haga después de cerrar sus puertas en privado es asunto de esa persona, siempre y cuando respete las leyes y las reglas de urbanidad y moral; sin embargo, a los que impulsan la ideología de género, no les ha bastado su estilo de vida de lo que hacen en privado, sino que lo han llevado a las calles públicas por medio del desfile denominado “orgullo gay”, en el cual se ha visto sodomía de niños y todo tipo de actos eróticos realizados en público; cabe agregar que, en este tipo de marchas del “orgullo gay”, también hacen escarnio de la simbología cristiana, al utilizar la crucifixión como método preferido para burlarse de los valores del cristianismo y, en ocasiones, han atentado contra los bienes de algunas iglesias; es decir, que los promotores del aborto y de los matrimonios igualitarios, exigen respeto a sus derechos y demandan legislaciones especiales para ellos, pero no están dispuestos a respetar las reglas de la democracia que se rigen por la pluralidad de ideas y la tolerancia; o sea, no todos pensaremos igual.

De manera que disentir o asentir con otros ciudadanos es parte de esa democracia que se alcanzó después de los Acuerdos de Paz y, por lo tanto, es importante que no haya exclusión de ninguna minoría en El Salvador; pero pretender el abanderamiento de la discriminación como base de una lucha irracional e inmoral, no es conveniente; máxime cuando se reclaman derechos especiales que los del resto de la población. A decir verdad, en El Salvador sí existe desigualdad, exclusión y discriminación, pero no de personas que tienen orientación sexual diferente a lo heterosexual, sino de minorías indígenas; desigualdad laboral entre hombres y mujeres; exclusión de una calidad educativa; falta de acceso a los servicios médico-hospitalarios; maltrato infantil, entre otros.

De modo que, en El Salvador, no están siendo perseguidas ni asesinadas las personas homosexuales o lesbianas, como en los Estados Islámicos, donde los buscan hasta debajo de las piedras para aplicarles la ley sharía (muerte por lapidación); así que son más las bondades de las democracias que imperan en occidente que las ortodoxias totalitarias, como dijera en una ocasión Evelyn Beatrice Hall, quien fue una gran estudiosa de la vida y obra de Voltaire: “Estoy en desacuerdo con lo que dices, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo”. Por ello pienso que no se debe excluir a nadie en razón de sus ideas ni en razón de su orientación sexual, siempre y cuando no se quiera imponer o pedir derechos adicionales, como lo está promoviendo el movimiento LGTBIQ.

Por ello es lamentable que, desde el portal del Ministerio de Educación, se encuentre alojado el programa Educación Integral de la Sexualidad, donde se está pretendiendo adoctrinar a los niños sobre una sexualidad retorcida que trasciende los límites de la decencia y las buenas costumbres, y que bastaría con una decisión ejecutiva del señor presidente Nayib Bukele, para eliminarla del portal; sin embargo, hasta el momento, el gobernante no ha se ha pronunciado ni a favor ni en contra, y en estos temas que involucran la educación de los hijos, no se puede ser tibio; también es lamentable observar la postura genuflexa del partido Arena, porque siempre ha defendido los valores de la familia y la vida. No obstante, se rescata la posición del diputado Ricardo Andrés Velásquez Parker, quien recientemente presentó una pieza de correspondencia ante la Asamblea Legislativa, denominada Ley Especial de Protección al Derecho Preferente de los Padres de Familia para elegir la Educación Sexual, Moral y Religiosa de sus hijos según sus Convicciones Familiares; esta iniciativa pretende que no se busque adoctrinar a los niños y niñas con ideas extrañas y retorcidas sobre sexualidad, dado que este es un derecho preferente de cada padre de familia; de modo que este tipo de iniciativas se deben de apoyar por todos los salvadoreños que defendemos la vida y la familia.