Mi amigo y excompañero de trabajo, Eudoro Umaña (Q.E.P.D.) y el doctor Nelson García escribieron ingeniosamente este gran libro. Les hurté el nombre para titular mi artículo, porque de su puño y letra Eudoro me lo autografió. Con original lenguaje advirtieron que su lectura no es recomendable para maridos oprimidos, empleados sumisos, ciudadanos desgüebados, mucho menos para revolucionarios acomodados, además de que podría ser como una profecía del terremoto (sociopolítico) final.

Con la alternancia presidencial del pasado 3 de febrero, el libro cobra vigencia porque “Don Güebudo” –su personaje central– desde cipote fue rebelde hasta llegar a convertirse en un dictador. 2500 años atrás, Tito Larcio fue investido de ese título en Roma.

Ocurre que en el país hay acontecimientos que parecieran ir dibujando un escenario que dentro de unos 16 meses, posibilitaría que emergiese la figura de un “Dictador Salvatrucho” al estilo que lo pintan los autores del premonitorio librito. Echemos un vistazo a algunos hechos.

1º) En plena campaña electoral, el que hoy es presidente le dijo a unas enardecidas masas universitarias que, en caso de que sus demandas ante la Asamblea Legislativa no fueran escuchadas, él mismo encabezaría las marchas contra ese órgano de Estado, sin que les pudieran echar encima a la PNC ni a la UMO, porque él sería su jefe. Hace poquito repitió la amenaza con aquello de los bonos.

Antes, un bayunco rector del otrora prestigioso centro de estudios había encabezado una manifestación (ceñido de una ridícula vincha) que rompió vidrios y puertas de la Asamblea para hacerse escuchar.

2º) Ya como inquilino temporal de “La Casona”, el imitador del “Dictador Salvatrucho” limita preguntas a periodistas y restringe el acceso a medios informativos incómodos (mal portados les dice) no dados a alabar al gobierno (propio del periodismo adulador). Casualmente, una jauría de troles arremete en redes sociales contra algunos periodistas (entre ellas respetables mujeres) por cuestionar cosas no realizadas o actitudes erráticas de la presidencia.

3º) Luego aparecieron un par de funcionarios públicos bastantes silvestres. Uno, diciendo que los dos partidos mayoritarios estuvieron tras el incremento de homicidios registrado el “viernes negro” del mes pasado y otro, mucho más primitivo, insinuando que en el país podría darse una “insurrección” porque –a lo mejor– sintonizó un programa televisión y vio imágenes de lo que ocurría en un par de países del cono sur.

4º) Siguiendo con las actitudes prepotentes, a un asesor de seguridad de “Don Güebudo” se le ocurrió la brillante idea de dañar un vehículo de dos frágiles señoras que –por urgencia o ingenuidad– cometieron el crimen de dejar estacionado por unos minutos su vehículo frente a la entrada de la residencia del energúmeno asesor, quien auxiliado de sus guachimanes levantaron el carro de las pobres mujeres ocasionándole los consabidos daños. Prepotencia, arrogancia, locura, temeridad y soberbia se juntaron en el asesor en contra de las dos señoras indefensas.

5º) Después, un señor que después de ejercer su oficio con la cuma y comer en champas insalubres llegó a ser ministro, se ha empecinado en cerrar unos reconocidos negocios de alimentos, mediante operaciones curiosa y perfectamente coordinadas con otras instancias gubernamentales.

Si entre este señor ministro y el propietario de los negocios afectados ha habido rencillas anteriores o si éstas han sido contra el jefe del ministro, simplemente no lo sé. Pero de lo que sí puedo dar fe es de los cientos de empleos perdidos y del pésimo mensaje que se da a la comunidad de potenciales inversores, nacionales o foráneos: no se puede contrariar a “Don Güebudo”.

6º) Seguidamente, un señor que se autodefine como “economista empresarial”, que circunstancialmente preside una importantísima autónoma que requiere de alguien investido de mesura, cultura y decoro, calificó a un periodista nacionalizado salvadoreño como “escoria”.

La soberbia en los de abajo es reflejo de la arrogancia del futuro “Dictador Salvatrucho”.