En medio de los vítores del público y del ruido producido por las turbinas de aviones de la fuerza aérea, el nuevo presidente hizo una mención especial a los salvadoreños presentes y a quienes seguían el acto de investidura desde los medios de comunicación…ustedes son la razón de ser de la promesa de campaña, insistió: “este día inicia la nueva historia que vamos a escribir juntos”, el público respondió con gritos de “CICIES…CICIES”. Seré el presidente de todos los salvadoreños respondió el ahora presidente, antes de anunciar decisiones difíciles y dolorosas para sacar adelante el país.


Luego de una larga introducción plagada de recuerdos personales y menciones familiares, el resto del tiempo lo ocupó el presidente en repetir los mensajes de campaña, mencionar la necesidad de cambios y de grandes expectativas sobre un futuro que comienza…y nada más. Un punto inesperado fue el de la juramentación colectiva de los ciudadanos presentes, que estuvo enfocada en la defensa de logros que aún no existen y la necesidad de apoyar futuras políticas presidenciales “contra cualquiera” que se les oponga, una peligrosa reminiscencia al estilo autoritario de ejercer el poder, que no reconoce control alguno. Además, la juramentación colectiva recordó la misma que hizo el presidente encargado de Venezuela, Juan Guaidó, a inicios del presente año.


Fuera de esto y a pesar de las amplias expectativas sobre el primer discurso presidencial, no se pudo escuchar referencia alguna a las líneas prioritarias del nuevo gobierno, o a su percepción sobre el estado del país y de la región centroamericana, a las relaciones diplomáticas o al comercio internacional -habiendo tantas misiones extranjeras presentes- y nada sobre uno de los temas urgentes de la agenda nacional: el combate a la inseguridad y la lucha contra la corrupción.


Al final, tuvo más contenido la alocución del arzobispo de San Salvador y sus referencias a la historia nacional y su referencia a los sufrimientos ancestrales del pueblo salvadoreño, despojado de sus ejidos desde hace un siglo y de sus derechos humanos desde los tiempos coloniales, según recordó. En suma, el mensaje presidencial e inaugural de Bukele se diluyó en el manejo de imágenes del pasado, en referencias a su victoria electoral y en administrar aplausos para su persona y abucheos para los políticos de oposición presentes. Pero el discurso esperado nunca se escuchó, ojalá en futuras apariciones lea las páginas que alguien olvidó llevar hoy.


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