La idea de comer en un restaurante se identifica casi siempre con una actividad recreativa o turística, las cuales, han sido suspendidas en su totalidad, como parte de las medidas gubernamentales necesarias para reducir el contagio del conavirus. La medida también incluye la tradicionales pupuserías, punto de encuentro de los salvadoreños.

Se trata de la paralización de un importante sector de la economía que mantiene fuentes de empleo en el sector formal y que provee diversos servicios a una franja importante de la población. La Asociación de Restaurantes de El Salvador (ARES) ha reportado que entre sus agremiados dan empleo directo a 25,000 personas y beneficia por lo menos a una cantidad cuatro o cinco veces mayor si se tiene en cuenta a cada grupo familiar.

El aporte de estos negocios a la economía asciende a los $709.9 millones y si se combina con el ramo del turismo y otros proveedores de bienes y servicios afectados por la pandemia, se puede tener una clara idea de la magnitud de la crisis. Pero la medida es correcta. Hay que asumirla con todo el costo que trae. La prioridad es salvar vidas, la situación económica será dura pero el dinero se puede reponer. Urgen medidas integrales que brinden opciones para la sobrevivencia de este sector, el mantenimiento de los empleos y la sobrevivencia de los trabajadores.

El distanciamiento social hay que tomarlo muy en serio para evitar ser contagiado y además, ser uno mismo fuente de contagio.