Demasiadas voces estridentes proponiendo y rechazando soluciones para los problemas del país debido a la crisis que se vive. Pareciera que lo único que funciona es aquello que pueda ser implementado con el auxilio de un uniforme y un fusil, como se intentaba hace décadas a las que lamentablemente, la mayoría de los salvadoreños de cierta edad nos hemos visto obligados a recordar y las nuevas generaciones a conocer.

A lo anterior se suman gestos contradictorios, poses y discursos públicos que en la política son tan importantes como el discurso que se emite, el “lexis” que como explicaba Hannah Arendt, nos permite ocupar un lugar en el espacio de la polis, donde la pluralidad y la diversidad son las principales características. Pero todo esto parece ser ignorado cuando representantes del mismo presidente despotrican contra los diputados, ante la negativa de estos de aprobar todas sus peticiones, o cuando los legisladores rechazan una parte de estas solicitudes con una frialdad que preocupa, a pesar de la urgencia con la que se precisa reaccionar, mientras las economías y mercados del mundo se cierran y amenazan con colapsar en medio de la pandemia.

Tal vez todo sería más simple si unos y otros procedieran no solo de acuerdo con sus propias convicciones y principios, sino que además teniendo en cuenta el llamado “factor humano”. Este concepto, muy usado en el ámbito organizacional, alude a la combinación de esfuerzos y cualidades que pueden ponerse al servicio de una organización para lograr alcanzar sus objetivos. Así, nadie puede negar la sensibilidad social de unos, ni la capacidad gerencial de otros, o el empuje vital de algunos recién llegados a la política, pero todo esto sirve de muy poco si quienes forman parte de los principales órganos de estado son incapaces de alcanzar acuerdos.

Deben parar las declaraciones públicas salidas de tono, los mensajes que lejos de transmitir confianza a la población le infunden miedo por su falta de claridad e imprecisión, y superar de una buena vez la lentitud institucional que para actuar demuestran algunos legisladores. Todas estas son fuente de tensionamiento en la vida política y motivos de aprehensión que alejan todavía más el mayor o menor éxito con el que pueda negociarse mayor deuda pública, o las medidas de resguardo para una población ya de por si afectada por restricciones y cada vez más preocupaciones.

Aunque suena utópico, es necesario actuar en consenso prestando más atención a los objetivos comunes que a las diferencias heredadas de pasadas contiendas electorales. Esto se logra atendiendo a la urgencia de medidas sanitarias, financieras y diplomáticas que el problema requiere en nuestro país y para las que es necesario transmitir una imagen de unidas a la sociedad pero también al mundo, que será el que atenderá muchos de los requerimientos que salgan del país para la compra de insumos médicos, la obtención de nuevos créditos y hasta la colaboración directa en nuestro territorio, si fuera posible.

El bienestar común es el horizonte hacia el cual encaminar cualquier acción, para eso son también importantes los voceros que se delegue, así como los mecanismos de transparencia y rendición de cuentas que puedan implementarse y, no menos importante, las garantías para que los recursos lleguen a quienes más los necesitan, basándose las autoridades en un enfoque de género, en la medida más precisa posible de la magnitud de las necesidades y sin que nada de esta inversión pública se entregue con fines electorales o partidarios, como ya ha ocurrido en las crisis del pasado.

Factores humanos son también la experiencia y la inteligencia de aquellas personas que por su especialización, sabrán dar respuesta a los retos que enfrenten durante los próximos días, no son necesarios aquellos enamorados de la más fría legalidad que vuelve abstractas las necesidades de la ciudadanía, ni tampoco quienes hagan descansar en la fuerza y únicamente en el principio de autoridad la implementación de posibles soluciones. Muestras de confianza y de eficiencia son las que esta sociedad requiere en estos días de tanta aflicción. El factor humanos pues, el único realmente imprescindible.