Fe, obediencia y paciencia es lo que debemos tener en la alternancia presidencial. Atrás quedó la ceguera y sordera de derechas e izquierdas. Sus actitudes, ineptas y deshonestas, posibilitaron una vía de escape al desencanto ciudadano, hábilmente aprovechado por el señor Bukele, ahora investido del más alto honor que un ciudadano pueda tener: presidir su país.

Dado que el hombre es dueño de lo que calla y esclavo de lo que dice, en el quinquenio por venir hay no menos de diez promesas que el Presidente está en el deber de honrar:

1) Elevar la inversión y empleo, para que al final de los próximos cinco años nuestro crecimiento económico sea superior al 4 %.

2) Combatir las estructuras de corrupción e impunidad imperantes. Los feudos institucionales deben erradicarse.

3) Reducir la pobreza entre un 5 y 10 %, así como los niveles de economía informal.

4) Generar empleo para quienes más lo necesitan, o sea, los jóvenes.

5) Recuperar el control territorial que por ahora mantienen las pandillas a nivel nacional.

6) Implantar un sistema de vídeo vigilancia a nivel nacional, aumentar el salario en un 40 % a policías y soldados, emplear drones en los puestos policiales y reactivar la Policía Rural.

7) Mejorar más el sistema penitenciario.

8) Establecer un nuevo sistema de pensiones mínimas y máximas, a la par de eliminar las pensiones vitalicias a políticos.

9) Construir el Aeropuerto del Pacífico en el Departamento de La Unión, reactivar el Puerto de dicho municipio, construir un tren que atraviese todo el país y un ferri regional.

10) Impulsar la construcción obra para favorecer el turismo de playa.

El 1 de junio hubo oscuros y claros. Entre los primeros, están: en su discurso el presidente no hizo ni la más mínima referencia a aquellas promesas. En el lapso de 23 minutos que duró algo pudo haber dicho; no haber agradecido públicamente la presencia de las aproximadamente cincuenta delegaciones que asistieron; el nefasto precedente sentado por elementos del Estado Mayor Presidencial, que retuvieron y amenazaron a un fotoperiodista de un importante medio de comunicación matutino y que la titular de la PDDH se prestara a la maniobra de borrar el vídeo tomado por aquél y lo entregase a los elementos que brindan seguridad al Presidente, a cambio de que fuese liberado. Es algo que la Asociación de Periodistas de El Salvador (APES), ha pedido investigar. También fue grave impedir que periodistas de Diario El Mundo y otros medios tuvieran acceso a la juramentación del Gabinete de Estado. Por cierto, el Presidente solo respondió dos preguntas, de las cinco que se había dicho que la prensa podría hacerle. Por supuesto, no se deben soslayar las “espontáneas muestras de cariño” que el público asistente manifestó a la clase política incrustada en la Asamblea Legislativa.

Hubo claros. El principal fue el mensaje espiritual dejado por el Pastor Dante Gebel: las generosas bendiciones que el Eterno prodiga a quienes guardan obediencia a su palabra contenida en la Biblia, sobre la que el Presidente y su segundo a bordo, juraron cumplir sus deberes constitucionales. El segundo fue una comparación bastante ajustada a nuestra realidad: el país es como un niño enfermo al que se ha tratado de mejorar su salud sin éxito, habrá que darle una “medicina amarga”. Espero que uno de los componentes del medicamento sea el mono tributo, pues el costo de impulsar el desarrollo debe ser compartido por todos, especialmente por quienes durante décadas han prosperado grandemente en el sector informal de la economía, pero sin pagar impuestos. Y el tercero fue el anuncio de un plan integral para recuperar el control territorial que por ahora tienen las pandillas.

El pisto no será problema, toda vez el presidente le ponga acción a sus propias palabras: “El dinero alcanza cuando nadie roba”, sobre todo si tenemos fe, obediencia y la paciencia –razonable- para ver cómo evoluciona el Ejecutivo.