Uno de los graves problemas más críticos con que se enfrenta la educación nacional es el fenómeno de la deserción escolar, esto es, el abandono por parte del estudiante de su respectivo plantel educativo. La presencia y existencia de este problema impide la plena realización humanizadora y capacitadora de la educación en una gran masa poblacional que, después de haber tenido acceso a la enseñanza, la abandona generalmente para siempre. Esta penosa realidad no ha pasado inadvertida a las diversas autoridades educativas que se han tenido en el país, que han dictado medidas tendientes a minimizar ese abandono escolar, con magros resultados, según las estadísticas disponibles, las cuales nos indican que, pese a esos esfuerzos, el fenómeno persiste, con clara tendencia al aumento, tal como lo informara recientemente este importante periódico.

Año con año, las cifras oficiales señalan que miles de estudiantes de uno y otro sexo, ingresan o se matriculan en el sistema educativo nacional, tanto en planteles estatales como privados. Sin embargo, la otra cara de esa moneda de oro, es que también en el curso del año lectivo, son miles de niños y jóvenes que abandonan completamente sus estudios iniciados, sin que muchísimos de ellos alcancen a completar ni siquiera el nivel básico de la enseñanza. Este fenómeno negativo, perjudicial al desarrollo del país en sí, se conoce pedagógicamente como “Deserción escolar”, que aunado al de la “Repitencia escolar”, son claros indicadores de que existen graves deficiencias en las estructuras de la educación nacional, ausencia de contenidos modernos y tecnológicos en las currículas programáticas, tareas extraescolares, formación y estímulos de trabajos en equipo y, aunque nos duela como educadores, también señalemos la posibilidad de deficiencias en la formación docente actual, con la desaparición de aquellas escuelas normales que nunca olvidaremos mientras caminemos en este planeta. Todo lo anterior, sin menoscabo de considerar otros aspectos coadyuvantes como la situación delincuencial, economía precaria, desempleo o empleo informal de progenitores, cierres de planteles escolares, falta de seguridad efectiva para maestros y estudiantes, etc.

Al parecer, y digo así porque carecemos de datos fiables al redactar esta columna, es un hecho que la deserción escolar centra su mayor volumen en los estudiantes o planteles educativos de la zona rural, situación que considero hacerla llegar por este medio al conocimiento de los actuales funcionarios del Ministerio de Educación (Mined), donde suman miles de niños y adolescentes que, en primer lugar, no completan su enseñanza básica y, por ende, reduce la cantidad de educados del sector rural que no acceden a la enseñanza media ni superior y, más aún, a la educación técnica o especializada, incluyendo el uso moderno del internet y otras herramientas científicas, que hace muchísimos años se intentó hacerla realidad con aquel plan de “Televisión Educativa” por medio de los canales 8 y 10, donde tuve la oportunidad de mantener un programa de noticias que llamé “Panorama Educativo”, de grata recordación, que servía de guía metodológica y de conocimientos actualizados para el abnegado magisterio salvadoreño, del que entonces formaba parte.

Siguiendo esta ruta, se ha manifestado, con bastante racionalidad, que nuestro sistema superior de aprendizaje, valga decir universitario, es de carácter “elitista”, ya que no resiste el análisis serio de que aunque se desee disimular o atenuar los hechos concretos, nos encontramos que de millares de jóvenes y adultos que egresan de los bachilleratos, solo un porcentaje poco significativo, puede lograr su ingreso a ese nivel de formación profesional o técnica, y que, al igual que en la educación básica, diversos factores en contra, hace que también aquí surja la deserción universitaria, con lo cual el pleno desarrollo, a las puertas de la cuarta revolución industrial encontrará grandes escollos en nuestro país, a menos que apresuremos el paso de modernizar el sistema educativo desde la base parvularia hasta la educación superior, incluso con ajustes revolucionarios, o sea, modificadores en su esencia, con enfoques realistas.

Si logramos reducir la deserción escolar, estaremos preparando el terreno para que miles de nuevas generaciones, en el futuro satisfagan las necesidades vitales del país, en un mundo más complejo en sus estructuras laborales y socioeconómicas.