He insistido desde hace rato que es muy difícil sentirse seguro en cualquier parte de El Salvador. El horrible ataque a una joven mujer que hacía ejercicio en la zona de Santa Elena, en Antiguo Cuscatlán, confirma esos temores.

Ayer ya se reportaban un par de capturados por este ataque. Gracias a la vídeo vigilancia en la zona, se pudo determinar pistas claves sobre los autores que esperamos se sepan valorar adecuadamente, en un eventual proceso judicial.

Tanto la Policía Nacional Civil como la Fiscalía General de la República deben tomar este caso emblemático para investigar con todas las evidencias científicas en una zona plagada de cámaras, y lograr un castigo ejemplar contra los delincuentes.

Desgraciadamente no es el único caso que ocurre. A diario suceden hechos similares en todo el país y un gran porcentaje de esos casos termina en la más absoluta impunidad. Lo extraordinario de este caso es que sucedió en una zona supuestamente con altos niveles de seguridad pero los delincuentes creen que pueden salirse con la suya y seguir actuando impunemente sin que las autoridades logren sus capturas.

Es imposible sentirse seguro de caminar en nuestras calles y avenidas, igual es inseguro subirse a unidades del transporte colectivo. Pero no por eso podemos considerar esto como una situación normal. Nuestro deber como ciudadanos es exigir cada día más y más seguridad, resultados palpables, no meras estadísticas que no nos dicen nada ante una cruda realidad que enfrentamos diariamente.

No se puede presumir de avances en seguridad o que la cúpula policial pretenda una indemnización millonaria para retirarse, mientras siguen ocurriendo hechos como éste, donde sea que haya sucedido y a quien le haya sucedido.