El faraónico proyecto de la presa hidroeléctrica de El Chaparral sigue sin producir energía. Hasta hoy, la única producción visible es la de pérdidas para el erario público que, según el actual presidente de la autónoma, ya suman más de cien millones en perjuicio para el Estado.

Tal parece que el proyecto nunca fue pensado para que tuviera éxito. Las promesas de contar con energía limpia y con excedentes que iban a permitirle al país comercializarlos en la región, fueron un caudal de fantasías que competía con el del río circundante que fue necesario desviar.

Ahora es tarea de la Fiscalía, de la Corte de Cuentas y de la misma CEL, continuar investigando los alcances que tienen en el presente, las decisiones tomadas por las dos administraciones anteriores.

La denuncia del titular debe dar paso a la revelación de la misma información que justifica sus acusaciones. La población desea saber qué se hizo con el dinero destinado a esa obra, y mientras se determinan responsabilidades individuales es necesario conocer al menos las institucionales.

El Chaparral es uno de los peores ejemplos de inversión pública, de promesas incumplidas y de proyectos mal conducidos. Los factores estructurales que permitieron todo esto deben ser identificados y erradicados de la administración pública.