En una ocasión Jesús dijo a sus discípulos: “He aquí os doy un mandamiento nuevo, que se amen unos a otros”; sin embargo, pese al mandato, la humanidad ha caído en división, en odio, en desinterés unos por otros, insensibilidad ante las necesidades más básicas; estamos frente a una sociedad donde los derechos de los animales son superiores con relación a miles de personas que están muriendo por inanición, que no poseen agua potable ni los servicios mínimos que les permitan la supervivencia. Se destinan miles de millones de dólares en nuevas invenciones de armas de guerra, que sirven únicamente para aniquilar la vida de otros seres humanos para controlar sus recursos.

Es obscena la cantidad de millones de dólares que se utilizan para explorar otras formas de vida en el universo, cuando en nuestro planeta millones de niños en Somalia y África, no tienen alimento ni techo digno; está claro que la humanidad ha perdido el rumbo. En El Salvador ocurre lo mismo, a lo malo se llama bueno y a lo bueno, malo; se premia al malhechor, pero se desecha al honrado; se contrata al pariente y al amigo en puestos de función pública, en detrimento de aquel salvadoreño talentoso y con altas credenciales académicas. Se le llama héroe al trol que cobardemente ataca a familias, solo por el hecho que no se piensa como él.

Estamos en una era de la desinformación y la rumorología, donde los malos son los buenos y los buenos son los malos, porque el marketing político hace ver mal a cualquier ciudadano que disienta con el poder fáctico o grupos intolerantes, como por ejemplo: los que defendemos la vida y el matrimonio formado por un hombre y una mujer nacidos así, somos llamados retrógrados por los movimientos LGTBI y los abortistas, es decir, o estás conmigo o contra mí, pero no existe la tolerancia a las ideas. Esto me recuerda el tiempo de la guerra en El Salvador, donde el ejército perseguía a los guerrilleros en razón de sus creencias leninistas y marxistas, y los guerrilleros asesinaban a toda una familia si el hijo era soldado; de modo que no se han superado aún, en el siglo XXI, las diferencias ideológicas de la sociedad, a tal grado que muchos salvadoreños se alegran del mal ajeno y piden linchamientos públicos, por actos de corrupción y nepotismo; creo que todos tenemos hambre y sed de justicia, pero no seremos saciados si la venganza es la motivación para lograr la justicia. Es fundamental que se limpien las estructuras del país de tanta corrupción que ha estado enquistada por décadas, dado que la sociedad está cansada de tanto político que abusa de los bienes del Estado.

Pero no por ello se tomará la justicia en las manos, ni se le otorgará esa facultad al pueblo de juzgar; para eso existen leyes y jueces, para darle a cada ciudadano un trato justo y equitativo, sin privilegios, ya que no estamos en la época medieval, donde el Rey ordenaba la ejecución de una persona por haberle servido mal el vino o por disentir con él; de modo que para evitar la concentración de poder y eliminar las decisiones arbitrarias y unilaterales, se creó un complejo de leyes que permitió darle al presunto culpable un juicio justo. No obstante, me da la impresión que estamos en el renacimiento de la época medieval, donde el Rey ordena y los súbditos responden como amanuenses.

Recordemos que lo que reviste de autoridad a un funcionario público que desea justicia, no es su investidura o cargo, ni los miles de salvadoreños que le dieron el voto, ni las leyes que le confieren derecho, sino la honradez y la calidad moral con la que actúa, ya que el poder no es para utilizarlo como medio de venganza, sino que el poder es la libertad que se tiene para hacer el bien y lo correcto en todo momento, y tratar con igualdad y justicia a todas las personas, a pesar de las diferencias que se posean. Dicho lo anterior, es importante sanear de corrupción y nepotismo el Estado.

Pero el nepotismo no se combate solo para la oposición, ya que nepotismo es nepotismo, y no se trata, si es capaz o no la persona para ostentar un puesto público, simplemente que la ley establece que el nepotismo es utilizar el poder para contratar a familiares y amigos. De modo que la autoridad para limpiar el Estado, no proviene de dar órdenes, sino de pregonar con el ejemplo, para mantener la unidad del país.