El diario digital Prensa Comunitaria logró "romper el cerco de los medios tradicionales" para hacer oír la voz de los "silenciados" en Guatemala, asegura su fundadora Quimy de León, que llevó el periodismo comunitario a competir con los grandes grupos de prensa de su país.

De León acaba de recibir en Nueva York el premio Internacional de la Libertad de Prensa 2024 que otorga el Comité para la Protección de los Periodistas (CPJ, por sus siglas en inglés), junto con otras tres periodistas de Gaza, Rusia y Níger.

Antes de reconvertirse en periodista, esta dentista e historiadora ha aprovechado el camino que abrieron otros como su compatriota la premio Nobel de la Paz 1992 Rigoberta Menchú para que las "voces que no están en los medios corporativos emerjan a través de la propia autogestión", cuenta en una entrevista con la AFP con motivo de su premio.

De León es la tercera guatemalteca en recibir este premio. Antes que ella lo recibieron en 1995 José Rubén Zamora, el ahora detenido periodista y fundador de varios diarios entre ellos El Periódico, que investigó la corrupción en la administración del expresidente Alejandro Giammattei, y la también periodista comunitaria Anastasia Mejía, en 2021, que también estuvo presa por su labor periodística.

"La idea fue y sigue siendo colocar las voces que habían sido negadas o silenciadas, o grupos de personas que habían sido representados desde el estigma, desde el prejuicio, como por ejemplo las mujeres, a la par de los medios corporativos o tradicionales", dice la fundadora de Prensa Comunitaria, que desde que se creó en 2012 se ha erigido en uno de los medios de mayor audiencia en Guatemala.

Especializado en temas de medioambiente y en particular el impacto de la industria extractiva en los territorios indígenas, y los derechos humanos, su publicación cuenta en torno a 1 millón de visitas diarias y ha subido hasta "7 millones" en momentos álgidos de la vida política y social del país.

"En los momentos de crisis democrática la gente busca información, si tú le das a la gente la información que necesita para entender el momento, entonces la gente abraza a los medios, los respalda", sostiene.

En su opinión, hay "un campo fértil porque no toda la gente está aceptando las formas autoritarias o el discurso antiderechos".

Aunque su centenar de colaboradores en todo el país cuentan con la ventaja con respecto a la prensa tradicional de que conocen "las dinámicas sociales y culturales" de Guatemala y sus idiomas, los desafíos son grandes.

Hablar de temas como la tierra o derechos de los pueblos indígenas o de territorio "es entrar en zonas de peligro" o zonas "de silencio" a las que la prensa tradicional no ha llegado.

A ello se suma que cada vez es más difícil hacer hablar con funcionarios del gobierno. "Hay mucho miedo", asegura.

En un estado "muy opaco" como el guatemalteco, reconoce que una las "limitantes para la cobertura tiene que ver con cómo nos miran los grupos de poder" y cita a empresas nacionales, transnacionales, mineras, petroleras, hidroeléctricas, que ven a los periodistas como "una amenaza" y "establecen estrategias para contrarrestar a la prensa independiente".

¿Activistas o periodistas?

Tanto Prensa Comunitaria como Ruda, otra publicación que fundó en 2017 y que aborda temas que afectan a las mujeres, han tenido que luchar contra una "narrativa" del periodismo tradicional que los considera "activistas" en vez de "periodistas".

"Hemos ganado mucho espacio y mucho respeto aunque no estén de acuerdo con nosotros", asegura. Su premio no hace más que reconocer esos logros, dice.

Pero hacer periodismo en Guatemala no está exento de riesgos. Del centenar de colaboradores, cuatro han tenido que salir del país por razones de seguridad. Otros cinco estuvieron en la cárcel "por cubrir luchas comunitarias en defensa del agua o por investigar a gobiernos locales corruptos o a las mineras transnacionales".

De León fue también objeto de amenazas durante el gobierno de Giammattei.

A eso se suma la incertidumbre financiera. Sin publicidad, dependen de las donaciones de un mecenas guatemalteco en Estados Unidos y de "fundaciones internacionales que creen en el periodismo independiente" como "uno de los pilares de la democracia".

"Tener garantizados todos los derechos laborales es un desafío", por lo que para poder pagar salarios dignos "deberíamos poder tener no menos de un millón de dólares anuales", aunque el "ideal serían dos millones", asegura.