Yo era un joven universitario y veía estupefacto la televisión. El Muro de Berlín caía y yo podía verlo en vivo y en directo en televisión. Entonces hubo una frase que me marcó: “El Muro de Berlín, una muestra que la libertad tenía fronteras físicas”, dijo el narrador.

Luego caerían como piezas de dominó el resto del bloque soviético y la propia Unión Soviética se rompió en pedazos. Unos meses después, Daniel Ortega perdía las elecciones ante Violeta Chamorro en Nicaragua y el FMLN y el Gobierno de Cristiani se veíanobligado a negociar en serio y acabar el conflicto. La guerra fría había terminado. O eso creíamos.

Me marcó mucho aquello días de noviembre de 1989 ver lo que había sido el Muro de Berlín, leer y escuchar tantas historias de los alemanes del Este, atrapados en aquel muro enorme que luego tuve la oportunidad de conocer. Era un sistema político y económico agobiante que vigilaba cada paso del ciudadano, restringiendo todas sus libertades, diciéndoles qué leer o qué ver.

Alemania tuvo que afrontar muchísimos sacrificios para su reunificación. Los alemanes occidentales creo que aún pagan algunos impuestos para financiar a sus compatriotas del Este, pero se han convertido en la gran nación que son hoy.

Lo triste es que en América Latina seguimos hundiéndonos en esas arenas movedizas del neosocialismo financiado por Venezuela, planificado por Cuba y viéndolo establecer dictaduras en Bolivia y Nicaragua. En toda la región, los regímenes de esa corriente han terminado siendo un fracaso y si a veces el péndulo electoral vuelve a favorecerlos es porque las derechas de la región han sido incapaces de gobernar eficiente y transparentemente y ese es el gran desafío y por eso los fracasos recurrentes.