El tensionamiento de las relaciones entre el Presidente de la República y los miembros de la Asamblea legislativa posee tal trascendencia política, que es urgente por el bien del país buscar soluciones para resolverla. Ha llegado el momento de iniciar un diálogo sereno, coherente y franco con la misión constitucional que en cada uno de los titulares de los órganos de Estado recae.

Este esfuerzo de reparar el tejido institucional fracturado, implica tender puentes entre la oposición y el gobernante, de manera que el diálogo sea la primera opción de ambos, antes de apostar por iniciativas que despojan a la civilidad de su protagonismo, devolviéndolo a aquellos que nunca debieron salir de sus cuarteles. Los militares no deben ser usados, bajo ninguna justificación en este conflicto, ya es un mandato de la Sala de lo Constitucional y debe ser una convicción nacional.

La apuesta debe ser por la búsqueda de mediación y el mantenimiento de la moderación en los actos y en el discurso. La sociedad salvadoreña no puede vivir en medio del sobresalto constante, necesita certidumbre sin libretos del pasado.

Los episodios del fin de semana han causado un daño profundo a la imagen del país y hechos como este no deben repetirse. La clase política debe bajar el tono y cruzar puentes de entendimiento.