Por ahí apareció un vendedor de pan denunciando que un sujeto extranjero estaba reclamándole, con un policía a la par, que el precio de su pan no debería ser de $1, sino de $0.50, bajo el argumento de que en Londres es “más barato”. Lo que hubiera sido una discusión parroquial entre un extranjero sin pisto que presume de ser youtuber o tiktokero -o un tipo que presume de hacer videos para figurar en algo- y un panadero local, hubiera pasado desapercibido de no ser el papel vergonzoso del policía que pretendía hasta imponer el precio del producto. ¡Por favor!
Luego el panadero se puso los pantalones y con toda dignidad enfrentó semejante afrenta sacando su propio video y hasta mostrando al desafortunado agente que ahora se escondía de la cámara. Hombre, en un país donde vivimos del libre mercado, parece que el señor agente no entendía eso y que además, no tiene ninguna autoridad al respecto. Regular precios es el camino directo al desabastecimiento.
Luego el vividor ese, que vuelva por donde vino. No sé cuando fue él a Londres -el sujeto dice ser griego- pero la capital británica es de las más caras del mundo. Un sujeto como ese que se aprovecha así de la hospitalidad y la buena fe del salvadoreño al grado de pretender humillar a un hombre trabajador no es exactamente el extranjero -ni siquiera le llamo turista porque no se lo merece- que nos conviene en el país.