El ser humano es resiliente ante una crisis, una crisis que está poniendo a temblar a muchos países. El salvadoreño siempre se ha levantado de muchas catástrofes y no se rinde ante el nuevo coronavirus. Y, para hacer más caótico el problema, en nuestro país se suman las tormentas tropicales Amanda y Cristóbal.

El planeta salió de su letargo, de su muerte silenciosa aunque sea por un momento. Con toda la cuarentena que se ha impuesto en muchos países (algunos ya salieron de ella), algunas cosas cambiaron, a saber: En España los pavos reales salieron a lucir sus plumajes, en Australia se vio a un canguro correr libremente por las calles, las familias están más unidas, el padre de familia se ha refugiado en el hogar y no está saliendo a derrochar el dinero. Los bares, lupanares, antros y otros lugares malignos han cerrado las puertas a los bohemios y libertinos. El aerosol ya no está minando la capa de ozono.

En casa, las familias se han sentido más unidas, han desempolvado el dominó, el ajedrez, y otros juegos de mesa. La familia ora unida en casa. No se ha ido a una iglesia pero nunca se ha perdido la fe. Los mares, ríos y lagos están menos contaminados. El planeta tierra se ha descontaminado con la pandemia; ya que, casi todo el mundo está en sus hogares. El ser humano reflexionó, ha tenido tiempo para cambiar su bitácora de vida.

Los bosques han tomado aire, en la urbe es extraño ver pocos vehículos circular. Las fábricas han dejado de contaminar. Fue impresionante ver la leyenda en centros comerciales, almacenes y negocios pequeños “Cerrado por cuarentena”.

El transporte público apagó sus máquinas, el claxon de los vehículos ha cesado. Parece que la gente ha recapacitado. Claro, esto será temporal. Sin embargo, la crisis ya lo están sufriendo muchas personas. Nos quedará en nuestras mentes las banderitas blancas que sacaron muchas personas por no tener alimentos.

El cirquero, el que hace malabares en los semáforos, el vendedor informal está tronándose los dedos. El Gobierno de Bukele tiene que unir al país y ayudar a los pequeños comerciantes. Todos los sectores del país debemos empujar el barco llamado “El Salvador” al unísono.

Todo está cerrado, bueno, casi todo. Los hospitales, los albergues y todo el personal de salud luchan a diario para que el Covid-19 no se propague. Cuando escribía este artículo, casi eran cinco millones de infectados y 300 mil fallecidos a nivel mundial. En todos los países en donde ha dejado luto el Covid-19, se debe hacer un minuto de silencio por cada persona que luchó y no pudo contra esa peste; y las banderas deben estar a media asta.

En San Salvador, el alcalde ordenó la excavación de tumbas para dar cristiana sepultura a los fallecidos. Parece una película de terror, un episodio que está marcando historia. Es sorprendente ver a tantos fallecidos en Italia, España y actualmente en Brasil y Estados Unidos.

Desde que todo esto inició se han escuchado voces apocalípticas, a personas con histeria y otros daños colaterales. El Gobierno salvadoreño se preparó con un ejército de personal médico, enfermeras y demás colaboradores para darle batalla a esta plaga. No ha sido fácil. La solución es que los salvadoreños pongamos en práctica las disposiciones y la cuarentena. La solidaridad ha surgido desde el más pobre hasta el que tiene mucho. Unidos saldremos adelante. Y, en medio de esta pandemia, algunos se aprovechan de la situación e incrementan los precios de los productos de la canasta básica; otros se han dedicado a robar los comercios cerrados.

El planeta ha respirado más en esta pandemia, el planeta tierra está sufriendo y el ser humano ha tenido una gran lección, se ha arrodillado ante esta plaga que tiene en vilo a todo el mundo. ¿Cómo serán nuestras vidas postpandemia? ¿Cómo se enfrentará la economía luego de estar encerrados en casa?

En casa tuvimos que enfocarnos al teletrabajo, a ver a nuestros hijos resignados a recibir clases virtualmente y con el anhelo de reunirse con sus compañeros. Pronto esta pesadilla pasará. Muchos piden orar para que termine esta pandemia. No queda más que esperar que una mente maravillosa descubra la vacuna para eliminar esa plaga. Amén.