Mi opinión, respetando todas las que existen alrededor del tema de la renovación en política, es que, para renovar un partido, no solo hay que combatir los problemas que tiene, sino fundamentalmente la raíz de sus problemas.

Inventariar solamente los problemas es insuficiente. Hay que pensar sobre las causas. Recordando la letra de una conocida canción de Arjona, seguramente el cantautor guatemalteco, lo escribiría así: “El problema no es que tengan problemas, sino que el problema está en las raíces de los problemas que tienen”.

Un partido en crisis no escapa a la problemática que enfrentan los partidos políticos en el mundo de hoy. Todos sabemos que existe una brecha entre los ciudadanos y los partidos. Hay un desencuentro real, en unos más, en otros menos, pero es un fenómeno común. Permanece un descrédito y protesta contra la política tradicional y los partidos que la representan.

En El Salvador y en muchos países, la sociedad se ha alejado cada vez más de los partidos tradicionales, por la ineficiencia de éstos, en la representación de los intereses sociales integrales cuando ejercen el poder, también por su asociación con la corrupción, que tanto irrita a la ciudadanía, y hasta por la prepotencia y el alejamiento que exhiben muchos dirigentes políticos, así como por la burocracia partidista de los miembros de los partidos. Hay un vacío en la actuación de los partidos, que induce a que los ciudadanos busquen otras formas alternativas de participación política, más directas, a menudo con movimientos, candidatos y organizaciones independientes.

La función de intermediación de los partidos entre la sociedad civil y el Gobierno, se ha desestructurado. Nuevos movimientos sociales, grupos de interés y de presión, han suplantado en gran parte esa función. Hay un distanciamiento de la ciudadanía frente a los partidos políticos, derivado de desencantos ideológicos y éticos, de la apropiación de poderes fácticos ocultos en la funcionalidad y desempeño de ellos, y de la separación que hay entre las promesas y las acciones de los gobiernos. Lo cierto es que el mundo en que vivimos camina a gran velocidad, y los partidos siguen siendo lentos y burocratizados.

La primera conclusión, es que hay problemas de diferentes partidos que no son patrimonio del partido mismo, sino de la crisis de la vieja concepción de los partidos políticos y del sistema de partidos. Está en crisis no solo un partido sino el sistema de partidos y, con ello, todos los partidos políticos, que pareciera no responden a las exigencias de la sociedad actual; no se puede cimentar la nueva organización sobre el viejo orden de partidos y el atrofiado sistema normativo de organizaciones políticas, que ya no son aptas para la nueva realidad.

No es serio pensar que se pueda edificar nada nuevo, sobre un Código Electoral que regula los partidos, hecho para que no funcionen a la altura de nuestro tiempo, para que no sean productivos, para entorpecer su trabajo por pérdida de autonomía; un código lleno de remiendos parciales sujeto a reformas jurídicas del Tribunal Supremo Electoral (TSE). Tampoco se puede construir todo sobre la institucionalidad, porque las causas de los problemas que se padecen no derivan exclusivamente de ella.

Hay muchas formas y poderes fácticos que determinan la política nacional y la vida de los partidos políticos. Tratar de renovar un partido a partir del marco institucional, sin tomar en cuenta esos otros factores mencionados, es ir al fracaso. Se debe considerar que la sociedad política empieza a cuestionar y quebrar el monopolio de los partidos políticos para llegar al poder.

La ciudadanía quiere tener otras opciones para materializar el derecho humano de todo ciudadano de elegir y ser electo, incluso sin pertenecer a ninguna agrupación política. Los partidos políticos tienen que entender que la intermediación monopólica de los partidos tiene competencia también fáctica, como nunca antes.

El tema de renovar cualquier partido es más profundo. Los males de muchos no se curan solamente con congresos o con reformas estatutarias. El tema es más hondo, tiene que ver con el análisis, de si el partido que debe renovarse, puede ser una organización con la capacidad autocrítica objetiva que se tenga, sin complacencias interesadas de ningún tipo.