Esta terrible situación no puede seguir pasando inadvertida por nuestra sociedad y por las autoridades, quienes deben hacer las gestiones humanitarias necesarias para proceder a la repatriación de estos menores, afectados por las decisiones de los propios adultos, a quienes, hoy por hoy, ya no se les deja ni salir de territorio mexicano, y mucho menos ingresar por la frontera estadounidense para solicitar asilo.
En medio de esta disyuntiva, los niños pueden considerarse presos de las decisiones de sus progenitores, de los criterios restrictivos de las autoridades involucradas en los países de tránsito y de las autoridades estadounidenses que no les dejan recobrar su libertad.
El Salvador debe recuperar a sus niños.