La semana pasada se conoció la renuncia del principal funcionario de control fronterizo de Estados Unidos, John Sanders, como reacción a las críticas de todo el mundo por las condiciones de internamiento de los niños migrantes en la zona fronteriza con México. Este escándalo se suma a las imágenes vistas de niños durmiendo o llorado en jaulas, sufriendo el hacinamiento y lo que es peor: separados de sus padres y madres que han sido sustituidos en dicho encierro para quedar al cuidado de otros menores detenidos que apenas llegarán a los diez años o poco más de edad.

Esta terrible situación no puede seguir pasando inadvertida por nuestra sociedad y por las autoridades, quienes deben hacer las gestiones humanitarias necesarias para proceder a la repatriación de estos menores, afectados por las decisiones de los propios adultos, a quienes, hoy por hoy, ya no se les deja ni salir de territorio mexicano, y mucho menos ingresar por la frontera estadounidense para solicitar asilo.

En medio de esta disyuntiva, los niños pueden considerarse presos de las decisiones de sus progenitores, de los criterios restrictivos de las autoridades involucradas en los países de tránsito y de las autoridades estadounidenses que no les dejan recobrar su libertad.

El Salvador debe recuperar a sus niños.