Que un país ofrezca mano de obra barata no significa que será más competitivo para atraer inversión extranjera. La clave se fundamenta en las políticas públicas que les garanticen a las empresas un capital humano especializado y con capacidad de innovar, adviritó ayer Octavio Martínez, director del Centro Latinoamericano para la Competitividad y el Desarrollo Sostenible (CLACDS), el brazo investigativo de INCAE Business School.

Esta capacidad de atraer inversiones “no se mejora simplemente pagando salarios más bajos o depreciando la moneda, o reduciendo los gastos e inversiones de capital en nuestros países”, explicó ayer Martínez en un foro sobre los retos y oportunidades para la prosperidad de El Salvador, organizado por la Fundación Salvadoreña para el Desarrollo Económico y Social (Fusades) con el apoyo de INCAE.

A este foro asistieron diputados, empresarios, representantes de cámaras empresariales y organismos de cooperación internacional, al igual que la embajadora de Estados Unidos, Jean Manes, y Ferit Zacarías, asesor y representante del nuevo Gobierno.

Los datos del Gobierno central, publicados por la Secretaría de Participación, Transparencia y Anticorrupción (STPA), revelan que el salario nominal promedio de los empleados formales aumentó $245.13 en los últimos 16 años. En promedio la población recibía en 2001 un sueldo de $349.82 y para 2017 representaba $594.95.

Esas mismas estadísticas indican que el 49.69 % de los empleados privados ganan entre $300 y $500 mensuales, mientras que el 11.53 % devenga menos de $300. En total, el 61.22 % no gana más de $500 al mes.

La responsabilidad del empresario es ser motor del crecimiento económico e innovación para su empresa y el país, aseguró, por su parte, Enrique Bolaños, rector de INCAE. “Pero también tenemos que trabajar en la transformación social, en la creación de trabajos dignos, que sea un elemento para que nuestra población tenga oportunidades”, añadió.



¿Qué hacer?

La competitividad incide y determina la productividad a largo plazo de una economía. Se refleja en la habilidad de las empresas de desarrollarse en un mercado local e internacional. Para Martínez, la clave está en políticas públicas que detonen la institucionalidad, innovación y el dinamismo empresarial.

El experto recordó que en la lista del Foro Económico Mundial sobre los países más competitivos, en los primeros 10 no figura un latinoamericano pero sí hay economías con pocos recursos naturales, como Hong Kong o Singapur.

“El tamaño o las limitaciones en algunos recursos naturales no puede ser una razón por la que nosotros no podamos mejorar la competitividad. Realmente los países que son exitosos es resultado de las políticas y el liderazgo”, comentó.

En este proceso el capital humano es “la tarea prioritaria a mejorar”, es decir, “cambiar el chip” y reconocer que “la innovación depende de las personas” con competencias.

Para ello es necesario, consideró el experto, acercar los servicios de formación y acceso a la conectividad digital, pues en El Salvador apenas el 29 % de las personas usa Internet y solo un 5.8 % tiene un nivel educativo avanzado.

“No se puede potenciar si no hay acceso a Internet”, concluyó.

 

Agro puede impulsar la competitividad

Se descuidó y ahora es uno de los sectores con más problemas dentro de la dinámica económica de El Salvador. Así están los productores agrícolas, pero que con tecnología e innovación podrían mejorarar la competitividad del país.

Felipe Pérez, profesor de INCAE, indicó que “no solo le podemos echar la culpa al pequeño productor” sino que la agricultura de minifundio “ha hecho un mal manejo” que derivó en un sector ineficiente. Además, señaló, dentro de las estrategias nacionales de desarrollo no ha sido prioridad “la necesidad de modernización de la agricultura.

Ahora se requiere una visión compartida de desarrollo sostenible, apoyar a las escuelas técnicas y un “cambio radical en capital humano”. El experto aseguró que “no solo se trata de traer capital” al sector, sino de incluir tecnología.