Según expone Manuel Hinds (EDH, 08/04/2019), El Salvador es “el país con menor desigualdad en Latinoamérica”. Lo afirma utilizando información sobre el Índice de Gini (ÍG) de 16 países latinoamericanos y República Dominicana, proporcionada por el Banco Mundial. Como explica, el ÍG “mide el porcentaje en el que la distribución del ingreso del país se aparta de una distribución que fuera de total igualdad.” El problema es que el ÍG es inexacto y por eso engaña, miente, así sea utilizado por el mismísimo Banco Mundial.

El ÍG se elabora a partir de información de las Encuestas de Hogares de Propósitos Múltiples (EHPM). Esta encuesta, en El Salvador, no interroga a los sectores de clase media alta ni, muchísimo menos, a los miembros de los reducidos grupos económicos de mayores ingresos. Entonces, la relación resulta falseada porque carece de información sobre el “economic top”. Si la fuente fuesen las declaraciones de renta del 10 % de mayor ingreso, tal vez tendríamos una medición más aproximada, pero, imposible: esas son “secreto de Estado” y, además, el 10 % más pobre no tiene renta que declarar.

El ÍG también puede errar desde abajo. La desigualdad disminuye sí, como se viene haciendo en El Salvador desde hace pocos años ¡enhorabuena! se entregan $50 mensuales a personas mayores de 70 años en condición de extrema pobreza, habitantes de alguno de los cien municipios con mayor índice de pobreza, es decir, a algunos de los más pobres de los pobres. ¿Disminuirá esto realmente la desigualdad en El Salvador? Según el ÍG sí. Y la distorsión es todavía mayor cuando las remesas se cuentan como “ingreso”. En fin, el ÍG es tan inexacto que, para 2013, mientras el Minec-Digestyc lo situaba en 4, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) lo situaba en 4.8 (http://hdr.undp.org/en/content/income-gini-coefficient).

Es más útil –y necesario– observar la distribución del ingreso por tramos, desde el 10 % de menor ingreso, hasta el 10 % de mayor ingreso, como lo hace el “Análisis Socio Económico de El Salvador 2017” (tabla 5.1, pág. 93), elaborado por el Departamento de Economía de la UCA, con datos de 1985 a 2016 (http://www.uca.edu.sv/economia/wp-content/uploads/ASES-a%C3%B1o2017_VW.pdf). Según la tabla, en nuestro país, en 2016, el ingreso del 10 % más pobre fue el 2.03 % del ingreso total; el ingreso del 10 % más rico alcanzó el 30.06 % del ingreso total. Para ilustrar, usaremos como valor del ingreso total el PIB 2016 que fue de $25 mil millones, aproximadamente (https://datosmacro.expansion.com/pib?anio=2016). Eso significa que ese año, el ingreso del 10 % más pobre fue de $575 millones, mientras el ingreso del 10 % más rico, fue de $7,515 millones, o sea, más o menos 13 veces más. Es esta excesiva desigualdad la que debemos mitigar.

El ÍG fue creado en 1912. Con los cambios ocurridos en la economía mundial es natural que esté desfasado. Actualmente, el Índice de Desarrollo Humano de la ONU, las estadísticas de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), las Cuentas Nacionales Británicas y, a instancias del premio Nobel (Economía) Joseph Stiglitz, también los Nuevos Objetivos de Desarrollo del Milenio de las Naciones Unidas, han incorporado el Índice Palma para medir la desigualdad.

Su autor, el chileno José Gabriel Palma (universidades de Cambridge, Reino Unido y Santiago, Chile), entrevistado por la BBC de Londres (https://www.bbc.com/mundo/noticias-36596245) explicaba: “El Gini es útil, pero estadísticamente limitado y poco transparente.” (…) “La fuente de datos que usamos es la misma, pero la metodología es diferente y nos permite un diagnóstico más detallado”, añade. Al comparar el ingreso del 10 % más rico con el ingreso del 40 % más pobre, encontró que los niveles medios altos (5 a 9 en una escala de 1 a 10) “se llevan algo muy cercano a la mitad del ingreso de una sociedad en casi todos los países, sean ricos o pobres, grandes o chicos, democracias o dictaduras, tengan o no recursos naturales, un buen nivel de educación o de gobernabilidad” (...) “El Gini, por su falta de transparencia, escondía ese secreto”, asegura Palma.

La conclusión del artículo de Hinds, comparando el ÍG con la pobreza porcentual (medida por ingreso per cápita) también es discutible, pero el espacio aquí no alcanza para eso. Tal vez en otro.