Según la Fiscalía General de la República, se han registrado 2,300 casos de personas desaparecidas, del 01 de enero al 16 de septiembre del año en curso, dando un promedio 9.87 personas con paradero desconocido. Es evidente que estamos frente a una verdadera plaga, donde la población con menos recursos esta sufriendo los embates del secuestro y desapariciones de sus seres queridos. No hay palabras para consolar a un padre o madre que ha perdido a su hijo o hija, y se vuelve una agonía al no tener certeza si viven o no.

Uno de los casos que ha consternado el país, es la del niño Jose Luis Pérez Madrid, quien buscaba un espacio para jugar, la tarde del viernes 27 de septiembre y movido por la inocencia tomó una pelota y una patineta, y caminó más de medio kilómetro desde su casa al parque municipal de Cuscatancingo, en San Salvador, esa decisión de querer divertirse como cualquier niño, le costó la vida. Como nación estamos podrida, no existen valores, no hay límite para la maldad humana, ciertamente reina; la corrupción, el narcotráfico, la extorsión, el secuestro, la indiferencia.

Se supone que son los hijos los que deben enterrar a los padres y no los padres a los hijos, cuando un esposo fallece la esposa queda viuda, cuando un padre muere el hijo queda huérfano, pero cuando un hijo muere, no hay palabras para definir esa condición. No obstante, la gran mayoría de salvadoreños han llegado a un punto que consideran normal las desapariciones. Lo que implica una indiferencia ante el dolor ajeno, tampoco se ha visto solidaridad o un pronunciamiento de las autoridades sobre la pérdida irreparable de la vida de Jose Luis.

Excepto el señor Fiscal General, que incluso desde su cuenta de twitter está pidiendo a la población que compartan la noticia de los desaparecidos, un gesto como este de un funcionario, es importante para aquella familia que pierde a manos de las pandillas a un ser querido. Mejor aún, la petición de reforma al Código Penal que está solicitando el Fiscal General, en la que pide se agregue el delito “desaparición forzada” y se le aplique penas severas de hasta 45 años de cárcel para los desalmados que realizan estas prácticas diabólicas, es contundente.

Es hora que el Gobierno Central, junto a la PNC, y la FGR, trabajen una campaña preventiva a nivel nacional en la que se concientice a los padres de familia y a los responsables de los menores para que no envíen a sus hijos solos a comprar, ni soltarlos de la mano en los espacios públicos, porque ahí andan los depredadores que secuestran a los niños con diversos propósitos, entre ellos los diabólicos que se dedican a vender órganos de niños, de manera que se ha llegado a una etapa en la que el amor al dinero es más importante que la vida misma.

Es triste que cada día siguen apareciendo cementerios clandestinos, donde el silencio de los desaparecidos es el lenguaje que lleva luto a miles de familias salvadoreñas que tienen la incertidumbre de la pérdida de un ser amado. Algunos se preguntan ¿dónde está Dios, ante estas tragedias? La respuesta sigue siendo la misma, donde lo dejaron miles de familias salvadoreñas, fuera de las escuelas públicas, colegios privados, y fuera de una buena parte de los hogares salvadoreños, que prefirieron darle paso al humanismo y al materialismo.

En consecuencia, como país tenemos que volver a depositar nuestra confianza en el Señor Jesucristo, y a educar a nuestros hijos con valores, así como la oración de apertura que hizo el pastor Joe Wright en el Senado de Kansas. Algunos políticos esperaba una oración ordinaria, sin embargo, fue todo lo contrario, oró de la siguiente manera: Señor, venimos delante de ti este día, para pedirte perdón y para pedir tu dirección, tu Palabra dice:

“Ay de los que a lo malo dicen bueno, y a lo bueno malo” (Isaías 5:20). Y eso es exactamente lo que hemos hecho. Hemos perdido el equilibrio espiritual y hemos cambiado nuestros valores. Hemos explotado al pobre y hemos llamado a eso: “suerte” Hemos asesinado a nuestros hijos que aún no han nacido y lo hemos llamado: “despenalización del aborto”. Hemos sido negligentes al disciplinar a nuestros hijos y lo hemos llamado: “desarrollar su autoestima”. Hemos abusado del poder y hemos llamado a eso: “política”. Hemos ridiculizado los valores heredados de nuestros antepasados y los hemos llamado: “obsoletos y retrógrados”.