Es muy doloroso para el país el rebrote de homicidios que ha acontecido en los últimos tres días, evidentemente orquestado por las pandillas, esas bandas delincuenciales de crimen organizado que no tienen consideración alguna por sus semejantes ni el más mínimo respeto por la vida humana.

Ese repunte nos demuestra que la inseguridad que generan las pandillas es una constante amenaza para la vida de los salvadoreños. Su accionar ha secuestrado la tranquilidad y la paz de la ciudadanía. No hay límites para su perversidad y asesinan por igual a mujeres, hombres, niños, jóvenes o viejos en cualquier parte del país. Además son responsables de incontables desapariciones de personas y de las extorsiones de personas, negocios y empresas de todos los niveles.

Las pandillas son el principal obstáculo para la paz y el desarrollo nacional, un verdadero estigma para la sociedad salvadoreña, honrada y trabajadora en su inmensa mayoría.

Por eso combatir a esas bandas debe ser una prioridad gubernamental. Proteger a la ciudadanía es un deber prioritario y encontrar a los responsables de esta ola de homicidios, especialmente a aquellos que la han ordenado, debe ser fundamental para que el país no vuelva a caer en la espiral de violencia que suponíamos ir superando.

Las pandillas buscan infringir el mayor daño posible al Estado y a la población solo para favorecer sus intereses mezquinos y sus negocios ilícitos. Por eso también hay que golpear su estructura financiera. Ahí duele.

Esperemos que las autoridades tomen las medidas apropiadas para salir de esta situación y no volver a seguir contabilizando esta estela de luto y dolor en nuestra sociedad.