Hace unos días, uno de mis hijos me preguntó qué era un telegrafista. Lo leyó en una reseña biográfica de Monseñor Óscar Arnulfo Romero en la que mencionaba que el padre del santo tenía ese oficio. ¿Cuántos menores de 30 años vieron un telégrafo funcionar?.

Los oficios aparecen y desaparecen. La modernidad y la tecnología van cambiando las formas de empleo y las sociedades tienden a adaptarse a esas tendencias. Estaba pensando en eso mientras se realiza la Prueba de Aprendizaje y Aptitudes para Egresados de Educación Media (PAES) y más de 82 mil estudiantes se someten a la evaluación. En el caso de la PAES, usualmente, las mejores notas son para las asignaturas de Lenguaje y Estudios Sociales y las peor evaluadas son Matemáticas y Ciencias. Estas evaluaciones son el resultado del sistema educativo que tenemos, mucho memorizar, poco análisis y escaso estudio científico.

Como el telegrafista, muchos oficios desaparecerán, decían hace unos meses varios informes especializados -McKinsey & Company y el Foro Económico Mundial, entre otros- y muchos nuevos oficios que están empezando a surgir, irán en ascenso.
Nuestro sistema educativo debería estar enfocado en eso. Con todo respeto a los profesionales de esas ramas, pero no se puede seguir graduando por centenares a abogados, administradores de empresas o comunicadores, por ejemplo.

Necesitamos mucho más ingenieros, agrónomos o especialistas en agua y energía. La alimentación, el agua y las energías renovables serán fundamentales en un mundo afectado duramente por el cambio climático y en El Salvador muy poco nos hemos preparado para eso. El país piensa tan poco en su futuro que llevamos 20 años escuchando la propuesta de la enseñanza generalizada del idioma inglés y muy poco se ha hecho para implementarla. El ejercicio de la PAES está bien, pero planificar el futuro es urgente.