El 11 de septiembre de 2001, la humanidad entera fue testigo de la cara más horrible del terrorismo. El ataque contra las torres gemelas en Nueva York, utilizando aviones civiles contra objetivos civiles, provocó el horror de todas las personas de bien en el mundo.

Ese día marcó un cambio notable en la manera de ver el mundo. El extremismo islámico mostró su veneno y su odio hacia occidente, demostró la capacidad perversa de atacar a civiles inocentes a plena luz del día de una manera cruel, despiadada e insensata.

La imagen de los edificios humeantes y su posterior derrumbe, llevándose consigo la vida de más de tres mil personas, es imborrable en los anales de nuestra historia contemporánea.

Pero lejos de amilanarse ante el extremismo y el terrorismo, los pueblos y gobiernos deben unir esfuerzos para prevenirlo y combatirlo, en cualquiera de sus formas.

Este es un momento para recordar a todos los que murieron aquel fatídico día, incluyendo al menos dos ciudadanas salvadoreñas que fueron víctimas inocentes de aquella locura. Este es un momento para que la humanidad reflexione sobre este flagelo mundial y se cohesione ante sus manifestaciones diversas y luchar por su erradicación.