En las últimas semanas se ha avivado un debate sobre el acto de traspaso presidencial que parece aún no definirse. Mutuas acusaciones van y vienen y la incertidumbre continúa.

La Constitución manda que el presidente de la República sea juramentado en una sesión solemne de la Asamblea Legislativa. El presidente de la Asamblea le impone la banda presidencial al nuevo mandatario que luego se dirige a la nación.

El presidente electo ha manifestado su preferencia por la plaza Barrios para realizar el acto de toma de posesión y esa voluntad debería ser respetada tanto por el gobierno saliente -que solo es un mero tramitador del evento- como por la Asamblea Legislativa. Hay que respetar también la decisión del nuevo mandatario sobre a quién invitará al magno evento del 1 de junio.

Lo que sí es fundamental es que haya comunicación entre las partes para que el acto de traspaso no solo sea digno de la investidura del primer mandatario sino para realizar todas las coordinaciones que un acto de esta naturaleza así lo requiere.

Lo que el pueblo salvadoreño quisiera ver es una posición constructiva de todos para que el acto de traspaso se desarrolle en el mejor ambiente posible. Que sea un preludio de una época de entendimientos y que deje atrás la polarización que tanto se repudia.