Los ecuatorianos han dado un duro golpe al Socialismo del Siglo XXI y enderezado su camino con la elección de Guillermo Lasso como próximo presidente de ese país. Ha sido derrtotado Andrés Arauz, el candidato apadrinado por el exgobernante Rafael Correa, encausado por actos de corrupción y uno de los tantos adalides del chavismo en América Latina.

Lasso -quien había sido candidato dos veces antes- tendrá muchos desafíos por delante y uno de ellos será lidiar con una Asamblea Nacional dominada por la oposición. Además, deberá enfrentar una profunda crisis económica y de liquidez fiscal, así como las consecuencias de la crisis provocada por la pandemia de coronavirus que ha dejado a más de medio millón de ecuatorianos en el desempleo.

La victoria de Lasso es un voto de rechazo a todo aquello que ha encarnado el regimen de Rafael Correa: la corrupción, la exacerbación del odio, la confrontación con Estados Unidos, la persecución de periodistas. De manera que Correa en sí es el gran perdedor de esta contienda. Él soñaba con volver al poder como el gran salvador y solucionar sus múltiples causas por corrupción. Desde el exterior, ha resaltado su ego inmenso diciendo que si él hubiera estado en Ecuador, él hubiera derrotado a Lasso, pero lo cierto es que Correa es rechazado hasta por un importante sector de la izquierda ecuatoriana y los indígenas.

Pero Lasso la tiene difícil. Ecuador de por sí es una nación bastante inestable políticamente y sus ciudadanos no tienen paciencia con los gobernantes. Tendrá que buscar alianzas para poder gobernar y demostrar que valió la pena rechazar al correismo y todos sus males endémicos.