El embajador de la Unión Europea, Andreu Bassols dio esta semana valiosos consejos a la clase política salvadoreña. Su preocupación por lo que llamó el “lenguaje excesivamente agresivo” entre los órganos de Estado, es algo que también preocupa a la sociedad salvadoreña que piensa en el futuro del país.

Durante las últimas cuatro décadas hemos vivido bajo una guerra civil y una polarización política malsana que alejó al país de la solución de los problemas más urgentes. La crisis de seguridad y la crisis económica y fiscal que padecemos es fruto de esas confrontaciones y permanentes bloqueos mutuos que hacían los protagonistas del poder, desde 1979 a la fecha.

Con la derrota del bipartidismo se esperaba que viniera una época diferente pero pareciera que la polarización solo ha cambiado de protagonistas y los problemas siguen estando ahí, flagelos latentes de nuestra realidad.

El embajador Bassols ha hecho permanentes llamados a la responsabilidad, a la moderación, a los buenos usos políticos, a la no existencia de amenazas, a la no utilización de vocabulario agresivo. Son consejos valiosos. Si hay algo que saben los europeos -porque lo vivieron en carne propia el siglo pasado- es que el lenguaje incendiario es fatal, destructivo y ocasiona costos inmensos tanto humanos como materiales.

Europa solo empezó a crecer y a convertirse en el próspero bloque que es hoy, cuando dejó atrás la confrontación histórica y los enemigos más acérrimos se volvieron aliados en la búsqueda de objetivos comunes. Ahí se lograron acuerdos y hoy comparten un espacio común en paz y prosperidad, con altibajos en los que se asisten mutuamente. Buenas lecciones para El Salvador.