La farsa electoral en Nicaragua ha terminado y Daniel Ortega junto a su mujer se han entronizado sobre una tarima que encubre más de 300 opositores asesinados, más de 150 presos políticos -incluyendo siete candidatos opositores- y el exilio de docenas de miles de sus ciudadanos. Eso es lo que ha aplaudido el FMLN el fin de semana. ¿O solamente ha sido un gesto de agradecimiento por la protección que Ortega le da a sus dos expresidentes acusados por corrupción?

Que el FMLN felicite a Ortega por su farsa electoral habla del fracaso ético total de ese partido y sus dirigentes, la falta de compromiso con la democracia y los derechos humanos y su absoluta hipocresía para reclamar en El Salvador lo que en otros países aplauden descaradamente, porque igual hacen con Venezuela o Cuba, donde regimenes oprobiosos e ilegítimos reprimen cruelmente a su población.

El FMLN ha quedado entre los pocos aliados de Daniel Ortega, cuya reelección ya fue declarada ilegítima por Estados Unidos, la Unión Europea, Costa Rica, Chile, España y decenas más de organizaciones, intelectuales de peso y prominentes líderes mundiales.

El regimen de Daniel Ortega no puede ser moralmente aplaudido ni apoyado por nadie que tenga una mínima decencia. El orteguismo es un cáncer que ha destruido Nicaragua y un pésimo ejemplo de lo que el autoritarismo, el capricho, la violencia de Estado puede ser capaz de hacer contra su propio pueblo. Eso es lo que siempre aplaudió el FMLN de Ortega, de los Chávez o de los Castro y con eso se han deslegitimado como oposición.