La noticia ha sido conocida en todo el mundo. El presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, lejos de imponer restricciones a la movilidad, hace actos masivos con abrazos y besos incluidos.

Igual en Nicaragua, en medio de la pandemia que paraliza la actividad económica global y obliga a los gobiernos a tomar medidas inmediatas para proteger la salud y bienestar de las personas, Daniel Ortega y Rosario Murillo convocan a manifestaciones públicas de apoyo a su dictadura, ampliando así las fuentes de contagio.

En el otro extremo del continente, el presidente Nicolás Maduro solicito al Fondo Monetario Internacional ayuda por cinco mil millones de dólares para financiar la emergencia en Venezuela, donde la situación se agrava por la caída del precio internacional del petróleo.

Estos ejemplos demuestran el alto costo que para las sociedades tiene el estar sometidas, en estos tiempos de crisis, a regímenes autoritarios y corruptos, cuya credibilidad internacional es nula y su capacidad de coordinación y cohesión interna es más bien escasa.

Los resultados de Venezuela y Nicaragua en el último Índice de Percepción de la Corrupción (IPC) publicados por “Transparencia Internacional”, los ubican junto con Haití como los tres países con resultados más bajos en toda la región. Esto, sumado al exilio forzado de muchos profesionales de la salud que dejaron su país cansados de vivir bajo la opresión, deja a nicaragüenses y venezolanos sin profesionales que los curen ni gobiernos que los protejan.