Lo ocurrido el fin de semana en la República Dominicana debe llamarnos a la reflexión sobre las propuestas del voto electrónico y sus enormes riesgos para un proceso electoral en un país como el nuestro.

En resumen, las elecciones municipales en ese país fueron suspendidas el domingo debido a fallas del sistema electrónico de voto, generando un escándalo político sin precedentes en el país caribeño.

¿Qué pasó? en la pantalla de las máquinas de votación no aparecía la totalidad de los candidatos en casi la mitad de los centros electorales.

Estas fallas en el sistema automatizado de voto surgen apenas tres meses antes de las elecciones presidenciales, previstas para el 17 de mayo de 2020, lo cual alimenta la incertidumbre política en ese país. Esto demuestra que la aplicación del voto electrónico no es algo que se pueda improvisar y necesita una planificación y pruebas constantes para evitar complicaciones como esta.

No es la primera vez que la aplicación de voto electrónico genera dudas en un país. Ya vimos en Venezuela irregularidades que hicieron sospechar un fraude masivo. Incluso en naciones desarrolladas como Estados Unidos se han hecho importantes denuncias de anomalías.

Un proceso electoral como el salvadoreño, manual aunque efectivo y rápido en las últimas décadas, es más seguro que cualquier experiencia electrónica que puede enredarnos en una situación política desagradable o en tensiones que generen violencia.