Algunos han recibido con alegría que el presidente electo esté dando a conocer uno por uno los nombres de las personas que formarán parte de su gabinete. No obstante, al ritmo que va, no sé si le será posible completar la planilla, dado que se está a pocos días de la toma de posesión, y todavía no han surgido los nombres de las personas claves en la dirección del país, como por ejemplo: no se sabe quiénes serán los que ocuparán los cargos de ministros de Hacienda, de Gobernación, de Justicia y Seguridad, de la Defensa, por mencionar algunos puestos claves. Tampoco se sabe quiénes ocuparán las sillas de las autónomas.

Dado que las autónomas como las empresas que tiene el Estado, son las que generan riquezas para las arcas públicas, en consecuencia, la administración y la distribución de esas riquezas son estratégicas, para el desarrollo económico y social de El Salvador, por ello las personas que se elegirán para ello deberán tener competencias técnicas y administrativas de alto nivel. Siempre he soñado que el país puede avanzar hacia el progreso y el desarrollo si se apartan los intereses partidarios, el individualismo, la visión a corto plazo, y si las personas que llegan al poder, eliminan el pensamiento patrimonialista del Estado.

Es decir, que el funcionario en el poder deje de comprender que la cosa pública le pertenece y que puede hacer con ella lo que mejor le plazca, ya que esta visión de pertenencia del Estado y sus recursos, es lo que le ha hecho mucho daño a El Salvador, porque ante la vista de todos los salvadoreños han desfilado funcionarios públicos por décadas, que antes no tenían ni donde caer muertos. Sin embargo, después de unos cuantos años trabajando en el Estado, no solo se han convertido en los terratenientes del siglo XXI, sino que se jactan de sus riquezas y de las opulencias en las que viven.

Ahora juegan golf y squash, no es que esté diciendo que estos deportes sean malos, claro que no, pero todos sabemos que costear este estilo de vida, está reservado únicamente a un grupo muy selecto de personas que con mucho esfuerzo y determinación hicieron honestamente sus riquezas (me refiero al buen empresario, comerciante o emprendedor, no al pícaro ni al delincuente), no así otros que lograron colarse, por los desaciertos de los electores en las urnas y luego se enquistaron en el Estado como una plaga y que han vivido de la cosa pública por décadas.

De manera que éste ha sido el escenario que llevó al ahora presidente electo al poder, porque el pueblo se cansó de la corrupción, del robo descarado, del nepotismo, de la improvisación, del amiguismo, del descaro de favorecer a sus empresas, de la vida de lujos y de los despilfarros. Todo esto mientras las escuelas públicas siguen cayéndose a pedazos, los hospitales inservibles y sin medicamentos, los policías enfrentado la delincuencia con equipos obsoletos y salarios de hambre; entre tanto, los hijos de funcionarios, los nietos, sobrinos y parientes cercanos ocupan grandes puestos y con salarios exorbitantes.

Por ello el presidente electo tiene que poner ojo clínico a la elección de su equipo de trabajo, dado que puede cometer los mismos errores en los que cayeron sus homólogos anteriores que, embriagados de poder, completaron la planilla de gobierno con amigos y parientes, sin visión de país y sin capacidad de gestión.

Hasta el momento, el presidente electo ha hecho un par de elecciones, en las que ha prevalecido la amistad, más que la trayectoria del funcionario que debería ocupar ese cargo. Es entendible que él debe poner en aquellos puestos importantes a personas de confianza. Pero más allá de la confianza unipersonal, debe estar el interés del pueblo, y es ahí donde se vuelven relevantes los principios que deben regir a una persona: la honorabilidad, rectitud e integridad. Y ante este esquema, en ocasiones será mejor no elegir amigos, ni a parientes en puestos de confianza, porque, en la mayoría de casos, es decir en el 80 %, los amigos y parientes que se eligieron no rinden, no son responsables, ni dan el máximo, porque se escudan en la amistad o se jactan de ser parientes del presidente, y de ese estado mental nadie los puede sacar.

Así que el presidente electo o elige a ese 20 % que es posible que le rinda y no le haga quedar mal o se decide a buscar en el país las mejores mentes que le acompañen en esta aventura de liderar a El Salvador en los próximos cinco años, donde tiene grandes retos que, sin duda, no los podrá resolver desde el Twitter, sino que se requiere de planes y de estrategias.