Los Estados Unidos de América irán a elecciones presidenciales el próximo 3 de noviembre para elegir entre el Presidente Donald Trump, quien busca la reelección para prolongar su estadía en la Casa Blanca por 4 años más y Joe Biden, candidato del Partido Demócrata. El resultado de la elección se proyecta de pronóstico reservado por lo cerrado que ambos candidatos reflejan en sus índices de popularidad.

El Presidente Trump tiene que luchar contra el desgaste normal que sufre cualquier gobierno en el ejercicio del poder, pero además tiene frente así el efecto del manejo que ha dado a la pandemia del coronavirus, el cual ha dejado como saldo la muerte de más de 160 mil estadounidenses y ha convertido a dicho país en el de mayor índice de muertes en el mundo. Adicionalmente al efecto del desgaste natural del poder, Trump ha cometido una serie de exabruptos en su comportamiento que un político experimentado no habría cometido y que también es posible que le pasen factura en las elecciones.

Errores tan futiles pero significativos que dejaron en evidencia su falta de prudencia y tacto, indispensables en el manejo de las relaciones diplomáticas como lo fue darle la espalda a la Reina Isabel II durante un recorrido por los jardines del Palacio de Buckingham, en el marco de una visita oficial. O lanzar amenazas verbales por cuestiones políticas a los Presidentes de China o Irán; menospreciar a Angela Merkel en la propia Casa Blanca al negarse a estrecharle la mano frente a los periodistas que cubrían una rueda de prensa, o al mostrarse rudo y mal educado al empujar al Primer Ministro de Montenegro para ponerse al frente del grupo de otros líderes mundiales que hacían un pequeño recorrido durante una reunión de la OTAN en Bruselas. No cabe duda que la actitud de Trump y su desempeño como Presidente jugarán un factor determinante en la decisión de sus compatriotas a la hora de emitir el voto.

Por otro lado, Joe Biden tiene una extensa trayectoria política que lo ha mantenido en cargos públicos por casi medio siglo; fue ocho años vicepresidente de Barack Obama y 36 años senador por Delaware, una experiencia que le permite proyectar una imagen de estabilidad en una época de crisis. Además de su experiencia política juegan a su favor la empatía que transmite, representa una figura moderada y esto le permitiría atraer votantes indecisos que navegan por el centro del espectro político; además se muestra serio y en control de sus emociones, lo que es deseable en un líder mundial.

Pero los resultados de las elecciones en el país del norte también tendrán un importante efecto en nuestro país. Si bien las relaciones diplomáticas entre las dos naciones gozan ahora de una notable mejoría en relación a los dos últimos gobiernos del FMLN, es preciso reforzar esos nexos y buscar maximizar el logro de los objetivos de política exterior. En primer lugar destaco el tema migratorio, pues en dicha nación viven un aproximado de tres millones de compatriotas que no tienen un estatus legal para vivir y trabajar tranquilamente. Será un reto enorme para la administración Bukele en general y para Ministerio de Relaciones Exteriores en particular, a través de su Embajada en Washington, buscar generar los espacios necesarios de diálogo y negociación para tratar de detener la probable deportación masiva de salvadoreños como consecuencia de la terminación del TPS. Y en segundo lugar, tratar de lograr un acuerdo definitivo en materia migratoria que proteja y regule la situación legal de nuestros hermanos de la diáspora en aquél país.

Sin duda, la recién designada Embajadora de El Salvador en los Estados Unidos de América tendrá un trabajo maratónico teniendo que liderar y coordinar todas las estrategias y planes que se elaboren para lograr abrir puertas en el Capitolio y en la Casa Blanca. Sugiero con mucho respeto y como una muestra de prudencia diplomática de parte de nuestro gobierno, que la solicitud de beneplácito y el posterior traslado de la embajadora designada para presentar sus cartas credenciales, se haga luego de las elecciones, para que sea el nuevo mandatario, Trump o Biden, quien avale la propuesta diplomática que presentaremos.