La música gogó, derivada del funk y que representa en Washington lo que el country representa en Nashville, se convirtió en las últimas semanas en un estandarte de la resistencia a la acelerada gentrificación de la capital estadounidense, una ciudad históricamente negra.

Motivada por acordes que le llegan desde la acera, una joven de interminables trenzas ensaya instintivamente unos pasos de baile mientras espera para cruzar la calle.

Dos mundos se enfrentan: el del "Broadway negro" de Washington, con sus clubes de jazz, sus hotdogs con chile y sus vestigios de la segregación, y el de los bares hipsters de cervezas artesanales, con sus monopatines eléctricos y sus residencias modernas, como el condominio The Shay.

"Moderno. Vibrante", promete el enorme cartel colocado sobre la fachada de este lujoso complejo de apartamentos al pie del cual un grafiti afirma sin matices: "La gentrificación es un genocidio".

Unas semanas atrás, un residente del Shay logró, tras haber insistido e insistido, que un comercio de telefonía situado justo enfrente deje de emitir la música gogó que difunde todos los días delante de su puerta desde hace casi un cuarto de siglo.

"La gente creía que habíamos cerrado", dice el gerente, Donald Campbell, en medio de los CD grabados que vende detrás del mostrador a una decena de dólares, además de accesorios para teléfonos.

Durante un mes el silencio hizo ruido en el barrio. Peticiones, conciertos improvisados en la calle: los vecinos se movilizaron detrás de la consigna #DontMuteDC (No silencien al DC, por el District of Columbia, el otro nombre de Washington).

La casa matriz del comercio, T-Mobile, terminó cediendo. El director de la empresa, John Legere, puso fin a la polémica con un tuit: "¡La música no debería parar en el DC!"

Campbell volvió a emitir música en la esquina, aunque un poco más suave, pero la lucha en favor del gogó continúa.

"Uno no puede ir a Nashville o a Nueva Orleans y pedir a la gente que deje de tocar country o jazz", dice este expropietario de una discoteca que luce un crucifijo brillante alrededor del cuello.

- Chocolate City -
Nacida en los años 1960 y popularizada en la década siguiente por Chuck Brown, el "padrino del gogó", esta música ritmada que toma elementos de varios géneros como el funk, el R&B y el soul se vive sobre todo de manera colectiva, en conciertos.

"Es una música que no para", dice Peter Battle, un veterano trompetista de 55 años que llegó a la tienda en busca de un CD de Chuck Brown.

Battle se acuerda del tiempo, en los años 1980, en que tocaba "en todos los rincones de la ciudad" con sus amigos de la Petworth Band y los Mighty Peacemakers.

Como consecuencia de su mala reputación, el gogó decayó lentamente.

"Washington conoció simultáneamente la emergencia del gogó y una epidemia de drogas y de violencia con armas de fuego. La música no tenía nada que ver con eso, pero como la gente se reunía en torno a ella se la culpabilizó de todos los males", cuenta Natalie Hopkinson, autora de un libro sobre el gogó y "la muerte de la Chocolate City", como se la llama a Washington por la importancia de su comunidad negra.

La ciudad es hoy la capital estadounidense en la que la gentrificación más ha avanzado. Los apartamentos de lujo del famoso Shay son solo un ejemplo de ello.

Cuando esta residencia fue inaugurada en 2015, la lona que cubría su fachada mostraba a una mujer blanca con una peluca empolvada, al estilo de María Antonieta, y bajo una leyenda sibilina: "Ella llegó".

Una imagen "impactante" para la comunidad afro, denuncia Hopkinson, que percibe ese gesto como la manifestación de una "mentalidad colonialista" y la "no muy sutil señal de que es hora de que los negros se vayan".

Erigido en estandarte de la lucha contra la invasión de estos nuevos ricos, el género gogó conoce un nuevo impulso.

Un asesor municipal reclamó recientemente que fuera declarada como la música oficial de Washington y grupos emblemáticos de este género, como Rare Essence, Backyard o Junkyard, tienen cada vez más éxito.

"Todo el mundo quiere ver de qué se trata", observa Campbell, que se prepara para lanzar un sitio de streaming dedicado al gogó.

Campbell, que se ha convertido sin duda en el segundo Donald más famoso en Washington, no tiene tanto temor sobre el futuro de este género.

Gracias a los parlantes que colocó en el escaparte de su tienda, los acordes de gogó son los primeros sonidos que escuchan muchos de los recién nacidos en la maternidad vecina.