Enner Martínez, becario Fulbright salvadoreño, en una foto en Estados Unidos.


“Yo tenía miedo. Pensaba: quizás no soy tan bueno... pero eso no me detuvo”, recuerda Enner Martínez, un joven salvadoreño originario de San Miguel, que siempre quiso ayudar a la gente de su comunidad. Ha pasado más de un año desde que inició sus estudios de maestría en la Universidad de Brandeis, Massachusetts, y ahora busca regresar a El Salvador para lograr su meta: “apoyar a los jóvenes”.

Enner forma parte del programa insignia del Departamento de Estado de los Estados Unidos, la beca Fulbright, que este 2021 cumple 75 años de fundación.

Michael Brooke, agregado Cultural de la Embajada de Estados Unidos en El Salvador, asegura que este programa es un esfuerzo del país norteamericano por “buscar otras maneras de asegurar el mundo y promover la paz”.

Actualmente, Fulbright está presente en más de 160 países en todo el mundo, y más de 104 mil personas han participado, incluyendo a líderes mundiales, presidentes y más de 60 ganadores del premio Nobel.

Enner forma parte de este selecto grupo. Desde muy joven, recuerda, aplicó a todas las oportunidades de educación que se le presentaron. Estudió en una escuela pública en San Miguel, y tenía dudas sobre cómo llegaría a la Universidad.

“Tenía 18 años y veía una maestría como algo muy lejano. Primero, porque en mi familia nadie había estudiado en la Universidad”, comentó a Diario El Mundo.

Comenta que, para complementar su aprendizaje, decidió aplicar a becas de inglés y valores en el programa Supérate, de la Fundación Sagrera Palomo; y también aplicó al programa de becas gubernamentales Fantel. Esto lo llevó finalmente a la Escuela Superior de Economía y Negocios (ESEN), donde también obtuvo una subvención.

Dejar San Miguel no fue fácil. Ver a su familia era un lujo, pues el costo del viaje de cuatro horas desde La Libertad, donde se encuentran los dormitorios universitarios, hasta su ciudad natal, supera los $10. Por ello, solo los miraba una vez al mes. “Los extrañaba, pero ellos comprendían”, afirma.

Enner se refugió en los libros y las actividades extracurriculares, y en cinco años logró graduarse como licenciado en Economía y Negocios. Pero, más allá de un título y un empleo, dice, “yo quería aportar a El Salvador”.

Fue entonces cuando se presentó la oportunidad de aplicar al programa de intercambio. En ese momento, recuerda, casi ningún joven del oriente del país aplicaba. “Pensaba que mi inglés no sería suficiente para sobrevivir en Estados Unidos. Aún así, apliqué”.

El joven quedó seleccionado como uno de los 800 becarios salvadoreños que viajaron a una prestigiosa universidad para completar sus estudios. Escogió una maestría en “Desarrollo institucional sostenible”, para desarrollar “no solo proyectos, sino verdaderas políticas públicas”

La migración de jóvenes hacia Estados Unidos es un fenómeno imparable. Solo este año fiscal, más de 807,702 personas, en su mayoría jóvenes y niños. Sin embargo, Enner Martínez cree que se puede romper este paradigma.

“Afuera, hay miedos, amenazas, tanto en nuestros hogares, en las comunidades o en general en el país. El punto es que no todo está perdido: yo sí creo en los intervenciones y programas que pueden tener un enfoque integral”, afirma.

La estadounidense Addison Cross desarrolla una investigación sobre la realidad migratoria en El Salvador.

“El Salvador era mi destino”.


El especialista Cultural de la Embajada de Estados Unidos, Fernando Herrera, asegura que el programa Fulbright no solo permite a los salvadoreños formarse en Estados Unidos, si no un verdadero intercambio entre ambas culturas. Como parte de este esfuerzo, ciudadanos estadounidenses también llegan a El Salvador para especializarse.

Este es el caso de Addison Cross, que desarrolla una investigación sobre la realidad migratoria en El Salvador y la región, en colaboración con la organización sin fines de lucro Cristosal.

Hace más de un año, antes de aplicar al programa, Addy trabajaba en una oenegé para apoyar a solicitantes de asilo político en los Estados Unidos. “Veía gente de todos lados, desde Somalia hasta Centroamérica. Como hablo español, sin embargo, siempre, siempre, me asignaban a personas de El Salvador, especialmente mujeres y niños”, recuerda.

“Quizás venir a El Salvador era mi destino”, comenta a Diario El Mundo. Nacida de una familia migrante de Filipinas, Addy se sintió conectada con la situación de los migrantes en El Salvador, y ahora regresa para contar su historia, desde el ámbito de la investigación social.

 

El dato


En 1946, tras la Segunda Guerra Mundial, el presidente Harry S. Truman promulgó una ley para establecer el Programa Fulbright, un programa de intercambio académico internacional.