La boxeadora fue un talento descubierto en la calle por el profesor Wilfredo Navidad.


De estatura pequeña pero con deseos de triunfos, Cynthia Guadalupe Madrid, de 29 años, entrena fuerte cada día en el cuadrilátero de la Federación Salvadoreña de Boxeo con el objetivo puesto en los XVIII Juegos Panamericanos Lima 2019, que se celebrarán entre el 26 de julio y el 11 de agosto.

La boxeadora nacional tiene 10 años de vida deportiva. Todo comenzó cuando su actual entrenador, el profesor Wilfredo Navidad, la descubrió en la calle y la llevó al gimnasio de la Federación.

“Anteriormente practiqué lucha y karate, pero siento más pasión por el boxeo”, afirma. “Al principio mi familia no me apoyaba, pero mi padre se interesó y luego me apoyó, incentivado por el entrenador Navidad a la edad de 12 años”, sostiene la pugilista que compite en la categoría de 51 kilogramos.

Agregó que “el boxeo es algo inexplicable, es un cóctel de emociones, ya que se mezcla la parte de los entrenos, las peleas nacionales y sobre todo fuera del país, donde sabemos que las chicas tienen un mejor nivel. Cada pelea es distinta y esa adrenalina es única a la hora de subir al ring y saber que tengo que dar el todo por el todo”.

Respecto a los Juegos de Lima, expresó: “Quiero desarrollarme más en el boxeo y alcanzar un buen nivel internacional, representando a las mujeres salvadoreñas con mucho orgullo y poder quedar entre las primeras posiciones en los Juegos Panamericanos, y si Dios me lo concede, traeremos medalla”.

“Pretty”, como le llaman de cariño, inicia su agenda a las 5:00 para el entreno de la mañana en el estadio Jorge “Mágico” González, luego desayuna, hace un descanso, tiene tiempo para leer la Biblia, almuerza y a las 2:00 p.m. comienza su segundo entreno en la federación para retornar a la Villa Centroamericana.

Dentro de su rutina de entreno, la boxeadora de 1.49 metros hace tiempo para visitar a su madre, Mirtala Escobar, quien le cuida a su hijita de 10 años Keily Guadalupe Magaña Madrid, y también para estudiar teología.

“Mi madre se siente feliz cada vez que salgo a competir y me dice que le eche ganas, que no desista. Para mi hija soy una campeona, ella se siente muy orgullosa de tenerme como su madre y eso me llena de mucha satisfacción y me motiva a dar todo lo mejor de mí”, sostiene.

Y con el estudio de teología es bien enfática: “Para mí es lo más importante, dedicar unas horas al estudio del mejor libro, no tiene precio, porque de parte de Dios he obtenido todo lo que he logrado, sin él nada soy. Ir al colegio es como un paraíso en la tierra, un lugar donde mi espíritu se fortalece, mi alma sana y me lleno de mucha fe y consuelo”.