La historia de la humanidad cambió desde aquel mes de marzo cuando la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró que estábamos frente a una pandemia por COVID-19. Este virus nos dobló las rodillas. Hasta noviembre se contabilizaban más de 60 millones de casos y 1.4 millones de muertes por el virus en el mundo.

Pasaron ocho meses. Hoy resistimos aferrados a una vacuna y arañamos la posibilidad de que llegue lo más pronto posible a nuestra piel, pero mientras escribo estas líneas siguen muriendo cientos de personas en cada rincón de este planeta. Más allá de los discursos políticos, sabemos perfectamente que el acceso a la vacuna no será equitativo para todas las personas. La pandemia nos mostró la fragilidad del ser humano y también que la desigualdad sigue su curso.

Recibo con alegría la noticia de que El Salvador tendrá en los próximos meses una vacuna, pero sin perder de vista que no es la solución en sí misma a la crisis económica, social y política que vive este país. La única forma sostenible es desde una perspectiva multilateral y a través del diálogo. Somos más que la confrontación electoral que estamos viendo y podemos hacer de esta crisis la posibilidad de reconstruir este país. ¿Qué lo impide? Los que creen que la única forma de gestionar la política es a través de la imposición y la confrontación. Una cultura política que se mantiene latente, pero toma niveles alarmantes durante los procesos electorales. Sube el enfrentamiento entre los principales actores políticos, mientras El Salvador cae por el abismo. Me pregunto, ¿quién gana y quién pierde de esta confrontación política electoral?

Ganan quienes están acostumbrados a tensar las cuerdas porque quieren sacar réditos electorales de ello. El partido en el gobierno, por ejemplo, goza de un fuerte apoyo de la población, así que irrespetar leyes, manipular instituciones a su favor y luego victimizarse será una estrategia efectiva a corto plazo. Pero, ¿cuánto más podrá sostener una opinión favorable Bukele? Los indicios de corrupción y la improvisación en este gobierno no se pueden ocultar con paquetes alimenticios eternamente. No es sostenible su estrategia.

Por otro lado, encontramos a los partidos políticos tradicionales que ahora son de oposición y defienden una democracia poco comprendida por la población y basada en un bienestar que no llegó a todos por igual. ¿Qué tipo de democracia defienden? ¿La que gestionó ARENA, el FMLN, el PCN o el PDC?

De esta caída se gana poco, pero se pierde mucho. Necesitamos una ruta de salida a la crisis. El primer paso es dialogar y reconocer que en este país todos tenemos que “poner las barbas en remojo”. El gobierno y los partidos de oposición con representación en la Asamblea Legislativa son sólo actores políticos, probablemente los principales, sin embargo, no los únicos.

Para reconstruir nuestro país es necesario que de este diálogo también participen los sectores económicos, incluyendo aquellos que suelen expresar preocupación por el rumbo que llevamos, pero que prefieren cerrar la puerta cuando se pone en juego estatus quo. Hablan sobre el riesgo de cerrar espacios para inversionistas, nacionales e internacionales, pero no reconocen que la desigualdad y la pobreza son problemas estructurales que suponen tomar decisiones sobre la política fiscal y su actual esquema regresivo.

También se necesita de los sectores sociales, especialmente de aquellas organizaciones que representan diversas luchas de la sociedad civil. Necesitamos que además de ejercer un rol de crítica a través de comunicados sean más proactivos en este momento. Su participación es clave para garantizar pluralidad, transparencia y legitimidad en los compromisos que se tomen a corto, mediano y largo plazo.

Por otro lado, la reconstrucción también necesita de la población, especialmente de aquellos que han tenido acceso a una educación privilegiada. Se entiende la apatía frente a la clase política, pero en este momento no se puede justificar ninguna pasividad. Me pregunto: ¿qué están haciendo este momento además de trasladar la crítica a las redes sociales?

Este país necesita transformar su “modelo de desarrollo a través de una economía resiliente, inclusiva y sostenible” para todos y todas, como lo sostuvo Alicia Bárcena, secretaria ejecutiva de la CEPAL, en septiembre pasado durante el diálogo sobre la aceleración de los ODS organizado por el Gobierno de Costa Rica. Pensemos en un nuevo orden social, económico y político para El Salvador. ¿Por qué no? De las crisis pueden surgir oportunidades. Sin embargo, ningún esfuerzo tendrá legitimidad y será sostenible sin un diálogo plural, transparente y desde una perspectiva multilateral.