Los seguidores del nuevo presidente Nayib Bukele vivieron la toma de posesión presidencial con expresiones variopintas: vistiéndose del gobernante, pintando a su hijo, llevando una bandera y mostrando el rechazo contundente a los políticos tradicionales.

La fe en el nuevo presidente tiene límites. Ana Bonilla, residente por 30 años en Estados Unidos, quiere regresar al país en los próximos años para gozar su jubilación con la esperanza de encontrar un país diferente.

Ella portaba una bandera del país norteamericano y vino al país desde Los Ángeles, California, para ver cómo este nuevo mandatario inició su gestión presidencial. Pero no espera que él logre todo en cinco años: “Como muchos salvadoreños esperamos que cumpla todo lo que ha prometido en el Plan Cuscatlán, sabemos que quizá en cinco años no lo va a lograr, pero no va a ser culpa de él, porque el país está bien mal”, expresó.

El ánimo y la euforia de las personas eran evidentes, mientras ingresaban a la plaza. Algunos peleaban por ser de los primeros en ingresar y encontrar el puesto más cercano a la tarima principal.

Samuel Bonilla, un youtuber que viajó desde Santa Ana, con un disfraz de Nayib Bukele, fue centro de atención para los asistentes, quienes se tomaban fotografías con él. Pero también tiene la esperanza de que Bukele cumpla las promesas y que hayan nuevas propuestas de desarrollo para jóvenes y adultos mayores.

La Orquesta Sinfónica de San Salvador se encontraba en una de las tarimas. Comenzó sus ensayos a las 7:20 de la mañana.

Durante la toma de posesión, el público gritaba sus ahora consignas: “Sí se pudo”, “Nayib, Nayib, Nayib”, “No más corruptos”, “Devuelvan lo robado”, “Mariona los espera”, hasta insultos a los diputados de la Asamblea Legislativa y funcionarios del gobierno saliente. El presidente saliente, Salvador Sánchez Cerén, recibió gritos de descontento, insultos, silbidos y despedidas burlescas.

 



Axel Aguilar, “Bukelito”, un niño de cuatro años vestido y peinado como Nayib que llegó con su padre desde Morazán, se convirtió en centro de atención para las cámaras. Su padre lo pintó y lo vistió como él para una celebración en Morazán y repitió la idea para la toma de posesión.

Durante la toma de posesión, repartieron viseras y abanicos con el emblema del traspaso de mano, fueron arrojados desde el espacio reservado para invitados especiales hacia el público en general. Las personas se empujaban y peleaban por recibir uno de ellos. Algunos, al final de la ceremonia, también se peleaban por sombrillas elaboradas con el motivo del traspaso de mando.