El escenario internacional está marcado por un creciente nivel de “tensionamiento” de las relaciones entre las grandes potencias. Esto se refleja en la agresividad con la que se manejan las relaciones de todo tipo, abandonando la tradicional diplomacia y contacto directo entre los Estados, y prefiriendo la reacción inmediata ante los desacuerdos o disensos en foros internacionales. Reacciones éstas, que no siempre pasan por el control de las cancillerías y mucho menos de la prudencia aconsejable antes de hacer uso de las redes sociales, dando lugar con cada vez más frecuencia al exabrupto o la ofensa personal.

Esta “tirantez internacional” se traduce en sanciones comerciales como las impuestas por Estados Unidos a China, que impactó inmediatamente en las bolsas de valores y cuyo efecto se ha postergado hasta nuevo aviso, o incidentes bélicos entre fuerzas militares como el que involucró hace días, primero, a una aeronave de la aviación militar venezolana sobrevolando agresivamente a un avión de vigilancia electrónica estadounidense y más tarde, el incidente protagonizado entre la aviación sudcoreana y una patrulla aérea combinada de naves rusas y chinas, llegando los primeros a lanzar cientos de disparos de advertencia, en una zona donde existen además disputas internacionales con Japón.

Estos hechos ponen al mundo, igual que en la década de los sesentas y durante toda la guerra fría, al borde del enfrentamiento entre potencias que disponen de armas de destrucción masiva. Pero a la vez se hace de algunas zonas del mundo y en particular de las más densamente pobladas, un lugar peligroso para vivir, lo que es una de las causas directas de las subsecuentes migraciones o desplazamientos forzados. Escenas abrumadoras de sufrimiento humano se ven en los noticieros globales cada vez que se da cobertura a crisis similares en África y en Oriente Medio, territorios éstos que como Latinoamérica, parecen estar permanentemente lejos de alcanzar la paz y el desarrollo humano. ¿Qué es lo que está fallando? ¿Por qué parece que la realidad mundial se parece cada vez más a la que vivieron dos generaciones anteriores?

Aunque parezca aventurado se podrían aventurar al menos tres razones puntuales. En primer lugar, la ausencia de foros globales efectivos para resolver las disputas entre Estados en condiciones de igual representación y responsabilidad. Escenarios como el de la ONU siguen bajo el control de las potencias vencedoras en la segunda guerra mundial, cuando la realidad global, 75 años después, asiste al surgimiento de potencias emergentes, nuevos bloques regionales y la necesidad de incluir dentro de éstos a organizaciones de todo el mundo que luchan por los derechos humanos. Un segundo factor que permite el actual tensionamiento internacional, es la falta de controles sobre la difusión de mensajes de los titulares del ejecutivo de la mayoría de países, esto ha tenido serias consecuencias para el manejo de las relaciones internacionales, y aún para la conducción de la política interna, como puede atestiguarlo el –todavía- Gobernador de Puerto Rico. Lejos están aquellos días en que un exmandatario estadounidense revelaba en su autobiografía que su teléfono móvil personal le había sido retirado y embalado en una bodega fuera de la Casa Blanca con el resto de sus efectos personales.

Actualmente, algunos mandatarios hacen uso de las redes sociales como si el ejercicio del poder confiado por sus conciudadanos se tratara de un asunto personal, así, las fobias y preferencias de algunos titulares del ejecutivo en las principales potencias, parecen responder más a las reacciones de un estudiante de secundaria y no a las de un hombre adulto. Finalmente, esta escalada de incidentes no sería posible sin la creciente militarización de las relaciones internacionales. Hoy por hoy, los altos mandos de las fuerzas armadas en todo el mundo, interpretan como amenazas a la seguridad nacional y por lo tanto como retos para la defensa bajo su total competencia, a los problemas que antes estaban reservados a gabinetes civiles especializados en temas de energía, medio ambiente, migración, aeronáutica y comunicaciones.

Bajo esta lógica todo puede convertirse en amenazas y toda respuesta estatal no solo es secreta sino que además pasa por contemplar una respuesta militar inmediata, que no permite el debate público ni el control previo de las decisiones o la progresividad pacífica de las respuestas de otros Estados. Así, el mundo no solo parece más inhóspito, sino que el poder que lo moldea en la actualidad parece incontrolable.