Tanto el FMLN como Arena parecen empezar a calentar la carrera electoral interna al término de las vacaciones de Semana Santa. Ambos partidos deben entender que no se trata solo de cambiar nombres, sino también la visión y las estrategias que han tenido hasta ahora como institutos políticos que se disputaban el poder.

Para ambos partidos, pensar en futuras carreras electorales con personajes ya “quemados” por la coyuntura reciente sería un error fatal. Necesitan renovarse seriamente, en rostros y pensamientos. El FMLN tiene que abandonar ese sistema de castas o de jerarquías militares derivadas de los tiempos de la guerrilla. Entender que la sociedad salvadoreña ha cambiado mucho desde 1992 y que esa visión de lucha de calle, vandalismo y bloqueo parlamentario de poco o nada le servirá en el futuro cercano. Ya no es un grupo armado que tiene que defender colectivamente a sus compañeros en problemas, señalados por conductas irregulares.

Arena, por su parte, debe entender también que tiene que ser un partido moderno; sacudirse cualquier resquicio del fantasma de la corrupción que tanto se le señaló en años recientes. Debe escoger personas con visión de país, ser una oposición inteligente y constructiva que sepa enfrentar los desafíos y defender la democracia.