Lamentablemente la clase política del país no está dialogando, no está conversando, está nada más gritándose sin escucharse a ellos mismos ni escuchar al adversario. No hay razonamientos ni reflexión mucho menos en tiempos de campañas electorales. Solo buscan imponer sus puntos de vista sin capacidad alguna de interlocución, sin capacidad de buscar acuerdos, consensos y soluciones en común para la población.
El gran problema es el financiamiento. Para unos y otros es un asunto de dinero. Buscan meter la contrapartida estatal del Fomilenio en paquetes que convengan a sus respectivos intereses sin buscar el mínimo acuerdo sobre un tema tan delicado que retrata la mala imagen de la clase política salvadoreña ante la contraparte estadounidense. Y encima, sin lograr ese acuerdo mínimo, todavía se dice que el país buscará un tercer acuerdo. ¿Qué país dará una tercera donación a un país donde su clase política no puede llegar a un acuerdo mínimo para completar una donación extranjera?
Es momento de reflexionar sobre el grave daño que la confrontación política y el hablar a gritos nos está dejando como país. Si seguimos así, lamentablemente el Fomilenio II no será lo único que podríamos perder como nación.