Nunca en la historia de El Salvador, había existido tanta inestabilidad política que haya llevado al caos de principios y de convicciones ideológicas de ciertos políticos que se están moviendo de un lado hacia el otro. Está claro que la realidad electoral cambió en los últimos comicios, dado que las personas que tienen poder de elegir se cansaron de la vida de lujos de funcionarios, del nepotismo, la corrupción, la falta de transparencia y el gasto irracional de los bienes públicos; aunado a ello, está la permisibilidad de corrupción de algunos funcionarios de alto nivel, que no tuvieron los pantalones para procesar a sus camaradas.

De modo que a pesar de la contundente derrota que tuvieron la mayoría de partidos políticos, parece que no les importa o no están tomando en serio su papel en la nueva realidad país, ya que la soberbia los continúa dirigiendo. De manera que se necesita mucha humildad para reconocer lo crucial que han sido en el drenaje de los bienes públicos, una serie de personas que han conformado las diferentes fuerzas políticas. Así que lo primero que deben hacer los partidos políticos es realizar su labor con diligencia y honestidad, no obstaculizar y trabajar para construir consensos.

Y depurar de sus filas a todas aquellas personas que tienen un pasado oscuro o están siendo señalados por actos de corrupción. Y luchar para que El Salvador avance al desarrollo, el progreso y la paz, de modo que para ello se requiere que estén definidos sus principios y convicciones dentro del espectro democrático, dado que la pluralidad de pensamientos, se expresa en las diferentes ideologías, pero su esencia radica en la convivencia pacífica y en la construcción de consensos, cuyo punto de coincidencia debe ser el bien común y no los intereses partidarios.

Lo cual produce en las democracias modernas “un sistema de frenos y contrapesos” para evitar la concentración del poder, tal como se hacía en el pasado. Aunque al parecer no se ha superado aún esa etapa, dado que algunos funcionarios públicos, continúan resistiéndose a la nueva realidad; en consecuencia, no se refleja el sentimiento democrático, y prueba de ello, es el capricho en el que han caído, tanto el presidente electo, como la Asamblea Legislativa, con respecto a la toma de posesión; creo que esta situación no debería ser un punto de inflexión para ambos.

Para sacar a El Salvador de la polarización y de la división, se requiere de mentes maduras y ordenadas, que aprendan a convivir con las diferencias, sin imposición de creencias, ni posturas mesiánicas unitaristas. Para el caso que nos ocupa, en la investidura de un presidente, basta con que esté la autoridad competente y se respeten las solemnidades del acto, de manera que no importa el lugar, ni la pompa, y si ambas partes tienen claro ese panorama, el presidente de la Asamblea Legislativa y el grupo de parlamentarios, bien pueden ir a cualquier plaza que les señale el presidente electo.

Y como el discurso del presidente electo es de combate a la corrupción y moderación del gasto corriente, entonces, no tendría ningún problema en evitar gastos innecesarios, dado que sería un craso error comenzar la presidencia gastando más de un millón de dólares, únicamente para la toma de posesión, ya que ese dinero, como bien lo dice el electo, se puede donar a hospitales o escuelas. Tenemos que estar claros que no se le puede decir “sí” a todo lo que se le ocurra al presidente electo, ni tampoco el electo le puede decir “no” a todo lo que propongan los políticos tradicionales, tiene que haber un balance.

Un ejemplo de ello es el aumento al Fodes, que fue aprobado por la oposición de forma anticipada, aunque el presidente electo lo lleva en el Plan Cuscatlán, en este caso se opuso al aumento, a lo mejor porque no fue propuesto por su persona. No obstante, toda acción que conlleve a cargar aún más el gasto público, no solo es irracional, sino irresponsable. Por ello se necesita de frenos y contrapesos, de modo que una posición presidencial, coherente y prudente puede contribuir a un manejo transparente de fondos públicos.

Por otra parte, si el presidente se exacerba en el gasto público, la oposición debe estar lista para frenar todo abuso. Ante ello se vuelve urgente, que los principios de cada ideología, estén fuertes, y conectados con las necesidades del pueblo, en consecuencia, cada diputado tiene que estar firme en sus convicciones, para no claudicar ante cualquier ocurrencia.