La condesa de Saint-Exupéry, Consuelo Suncín, el próximo año compartirá su nombre con una calle del ayuntamiento de Ormesson, en Francia; un tributo que espera exaltar el legado e inspiración que la originaria de Armenia, Sonsonate, brindó a su esposo, el laureado escritor Antoine de Saint-Exupéry para crear la obra “El Principito”.

Gladys Abigail Alvarado Suncín, escritora y novelista salvadoreña, sobrina-nieta de Consuelo y Antoine, dio a conocer esta grata noticia a Diario El Mundo, detallando que el evento que estaba programado para junio y tuvo que ser pospuesto para 2021, a raíz de la pandemia del covid-19.

En la festividad denominada “La Féte de la Rose du Petit Prince” (La fiesta de la Rosa del Principito), en la llamada Región Parisina, la alcaldesa Ormesson, Madame Marie Christine SEGUI, nombrará una calle como: “Consuelo de Saint-Exupéry, la Rosa del Principito”.

Este homenaje se ha hecho realidad, gracias a la gestión de señor Jean Marie Guerville, quien es miembro de la Sociedad Histórica de Ile France, presidente de la Fundación La Demuere y de la Asociación “Le Pilote et La Rose”, quien unió fuerzas con el proyecto Ormesson 503, creado por la misma Gladys Abigail y Erick Martínez Colfari.

El señor Guerville, poseedor de una de las colecciones más grandes de Francia de objetos relativos al Principito y la pareja de los Saint-Exupéry, fue encargado de nombrar a la sobrina-nieta de Consuelo como Presidenta Honoraria de la Assosiation Le Pilote et la Rose la Asociación “Le Pilote et La Rose”, quien además será madrina del magno evento.

 

Justicia para la condesa

Este gesto es parte de una cordialidad y reivindicación de Francia con la esposa de Antoine de Saint-Exupéry, quien además de literato era un aviador experimentado y estaba en una misión de reconocimiento para la fuerza aérea de su país, cuando el 31 de julio de 1944, desapareció en el sur de Francia.

Según el escritor británico Paul Webster, autor de Antoine de Saint-Exupery: la vida y la muerte de El Principito, publicada en 1993, “los allegados a Saint-Exupéry nunca aceptaron la relación entre Consuelo y el escritor y añadió: “Un miembro de la familia Saint-Exupéry me dijo que casarse con una extranjera era considerado peor que casarse con una judía, lo cual resumía la posición monárquica, antisemita y ferozmente xenofóbica de esta familia, cuya aristocracia databa del siglo XII”.

Es por eso, que por mucho tiempo Consuelo fue minimizada hasta que murió en 1979 en Francia y se esfumó de todos los libros que se publicaron sobre la vida de Saint-Exupéry, y Francia la olvidó mientras construía los numerosos monumentos en honor del héroe Saint-Exupéry.

“Nunca, en años anteriores, se presentó esta oportunidad tan valiosa en donde los salvadoreños también podemos ser reconocidos mundialmente por atributos positivos que levanten la mirada mundial en el “Principito de América”, como lo llamó nuestro escritor nacional y director de la Biblioteca Nacional, Manlio Argueta”, dijo Gladys Abigail, quien ha escrito las obras “La Pequeña Rosa del Principito” y “La Rosa que cautivó al Principito”.

Al nombramiento de la calle han sido invitados el presidente salvadoreño, Nayib Bukele; la canciller de la República, Alexandra Hill, el alcalde de San Salvador, Ernesto Muyshondt, alcalde de Armenia, Ing. Carlos Molina, el director del Liceo Francés Christophe Laborde.

 

El momento exacto en el que una salvadoreña se convirtió en la rosa de El Principito

 

Esta es una anécdota poco conocida de Consuelo. Un día, los Saint-Exupéry paseando por el bosque Sénart con sus amigos Suzane y León Werth, descubrieron un pueblito muy pintoresco llamado Varennes Jarcy. Allí vieron una propiedad muy bella e inmensa llamada “El castillo de La Feuilleraie”, se enamoraron de inmediato y Antoine decidió alquilarle a Consuelo esa propiedad grande y bella en el campo, un lugar bonito y apacible, fuera del bullicio de la ciudad.

En ese lugar le cuentan a Saint-Exupéry una historia muy bella de su esposa. Le dijeron que Consuelo se había hecho muy amiga de los cultivadores de rosas, pues al ir a su trabajo (en una radio) atravesaba 40 kilómetros de camino y pasaba donde ellos se encontraban sembrando las rosas, pero un día los vio que estaban muy preocupados, ella se bajó a ver qué pasaba y le dijeron que el clima demasiado helado estaba matando a las rosas, entonces ella les dice que no se preocupen, que las abrigaran y esa misma noche hizo llevar docenas de sábanas bordadas que pertenecían a la familia de los Saint-Exupéry y que habían estado en el castillo de Saint-Maurice de Reméns por generaciones. Consuelo les ayudó a los cultivadores a abrigar a las rosas con las legendarias sábanas, construyeron una especie de tiendas de campaña y otras personas se les unieron llevando trapos, telas, papel de diario, encendiendo pequeñas fogatas alrededor, etc. Y sorprendentemente las rosas se salvaron, el clima también ayudó. Aunque las sábanas quedaron hechas harapos, todos se alegraron por la hazaña de Consuelo.

No es difícil imaginar que Saint-Ex ha de ver gozado con esta historia, pues Consuelo usó las sábanas bordadas de su familia y él comprendió que el fin era lo importante. Estoy segura de que él recordó esta bella historia unos dos años después, en 1942 cuando empezó a escribir “El Principito”, por eso personalizó a Consuelo como una rosa.

El principito también abrigaba a su rosa con el fanal y el pequeño biombo, la protegía de las corrientes de aire y el frío que le hacían daño, pues recuerden que la rosa tosía (por el asma de Consuelo). Consuelo fue la guardiana de las Rosa.