Unas 15 familias que antes solo se dedicaban al cultivo de café ahora producen fresas en la finca San Ernesto, en Comasagua, La Libertad. / Óscar Machón


Una altura de más de 1,000 metros sobre el nivel del mar, humedad y una tierra rica en nutrientes son los elementos esenciales para que en la finca San Ernesto, ubicada en Comasagua, los productores se arriesgaran a sembrar fresas con la esperanza que este cultivo les permita salir de la crisis que sumerge al sector caficultor desde hace una década.

Antes de que el sol vislumbre todo el cafetal, un grupo de productores que anteriormente se dedicaba solo al café se encamina cada día a las 6:00 a.m. al nuevo invernadero de fresas ubicado en Comasagua, a menos de una hora desde San Salvador. El proyecto nace de la crisis del café, relató René Urrutia, propietario de la finca San Ernesto, quien aseguró que el precio del llamado “grano de oro” es insuficiente para cubrir los costos de producción.

El sector caficultor se enfrenta a una crisis de varias aristas desde 2012, cuando sufrió un fuerte ataque del hongo de la roya que derrumbó la producción en más de un millón de quintales al cerrar en 700,025 quintales en el ciclo 2013-2014 tras cosechas anteriores con niveles por arriba de los 1.7 millones. En los años siguientes no se logró recuperar, pese a la entrega de plantas para renovación, por falta de financiamiento y, además, desde 2017 sufre una caída de los precios internacionales que ha sucumbido a los productores al punto de que algunos han abandonado las fincas.

"Cuando vimos que estamos ya en medio de la crisis y desafortunadamente que no íbamos a ver ingresos porque la roya nos golpeó muy duro y tuvimos que meter áreas nuevas, pero no nos logramos recuperar” es que se comenzó a considerar la diversificación de la finca, comentó Urrutia.

En el afán de darle sostenibilidad a la finca se introdujeron cultivos de frutales y hasta crianza de pollos; pero ninguno les permitía dar el salto de diferenciación de los demás productores de café que también buscan sobrevivir a la crisis. La inquietud de sembrar frutilla surgió tras un comentario cómico de Beatriz Alegría, jefa de la División de Agronegocios del Ministerio de Agricultura y Ganadería (MAG), quien en una visita de campo sugirió probar con fresas.

Los primeros pasos


Los caficultores investigaron bajo cuáles condiciones se cultivan las fresas, fruta que El Salvador compra principalmente de Guatemala. Se contactaron con productores en Apaneca, Ahuachapán, que ya tiene años de experiencia en este cultivo, y así en octubre de 2019 negociaron la primera importación de 6,000 plantas desde Estados Unidos.



“Estamos experimentando” porque de las plantas importadas solo sobrevivió la mitad en la primera siembra. “El riesgo que corrimos fue haber empezado a sembrar fresas en un lugar que tradicionalmente había sido solo de café, no sabíamos si se nos iba o no a dar porque siempre se ha sembrado a alturas mayores”, pero como un análisis de las horas día, humedad del suelo y el microclima indicaba que las condiciones eran favorables, sumó el productor, se continuó sembrando.

Se instaló un invernadero para el cultivo de fresas, una planta delicada que no puede recibir demasiada agua y sufre de constantes plagas. / Óscar Machón


Los primeros frutos se recogieron en junio de 2020. Pocos meses han pasado y, aunque el productor no se considera un caso de éxito según sus propias palabras, hay hasta interés de una cadena de supermercados de distribuir las frutas. Las fresas que sacan cada día se comercializan en redes sociales, compradores fijos y mercados agronómicos.

“Es un cambio bien radical porque se pasan a cultivos intensivos de alto riesgo y no tenían ninguna experiencia”, manifestó la jefa de la División de Agronegocios del MAG.

 

¿Cómo se cultivan?

Al menos 15 familias, sobre todo lideradas por mujeres, se encargan de la producción de fresas en la finca. El cambio de pasar de producir café ha sido notable, relató María Cristina Molina –conocida de cariño como “doña Tinita”-, pues significó dejar los canastos que ha utilizado desde hace 40 años para cortar el grano de café a utilizar brochas pequeñas para limpiar la fruta que recogen a diario.

Los productores aprendieron a reproducir las plantas tras perder la mitad de las importadas. Ahora tienen 8,000 plantas sembradas. / Óscar Machón


El invernadero de fresas se encuentra protegido con plástico para evitar el golpe directo del agua lluvia y el riego se realiza por el sistema de goteo para controlar la humedad. Todos los días, un grupo de productores recoge las frutas maduras que luego limpia con una brocha para meterlas en cajas de plásticas.

Noé Osorio, mandador de la finca, explicó que la vida útil de una planta de fresa es de un año y medio, período en que da un rendimiento promedio de 15 libras.

Tras la pérdida de la mitad de las plantas importadas se decidieron también a aprender a reproducir los plantines y ahora ya tienen 8,000 plantas sembradas y más 1,000 listas para iniciar su cultivo.

Junto al nuevo cultivo, Urrutia explicó que la finca mantiene sus actividades de renovación y cuido de plantas de café en las que destaca las variedades Pacas y Bourbon. El productor aseguró que tiene ocho años de exportar su café a Reino Unido, uno de los principales compradores de El Salvador que solo en el ciclo 2019-2020 ha adquirido 21,303 quintales por un valor de $3.88 millones, de decir, a una precio promedio de $182.3 por cada unidad.

Los productores recogen las fresas todos los días para entregarlas a los compradores. / Óscar Machón


Las fresas producidas se comercializan en mercados y con compradores directos, aunque se está negociando se distribuyan en un supermercado. / Óscar Machón