[caption id="attachment_611720" align="aligncenter" width="627"] EFE[/caption]

 

El escritor salvadoreño Jorge Galán, exiliado en España tras las amenazas de muerte sufridas por publicar "Noviembre", en el que recuerda el asesinato de seis jesuitas en su país en 1989, confesó a Efe que no arriesgaría su vida por la libertad de expresión porque no es "un valiente".

El escritor y poeta Jorge Galán (El Salvador, 1973) consiguió el reconocimiento del Consejo Nacional para la Cultura y el Arte (Concultura) de su país, que le otorgó el título de Gran Maestre de la Poesía por ganar tres premios nacionales, el mismo país del que ha huido casi sin nada para esquivar la muerte.

Lo hizo por recordar en su libro "Noviembre" (Planeta) el asesinato de seis jesuitas en su país en 1989, por dar nombres, recordar la historia y relatar la impunidad de los hechos en un país en el que se producen cuarenta asesinatos al día.

El 16 de noviembre de 1989 soldados de una unidad de élite del Ejército salvadoreño mataron a a seis jesuitas y dos mujeres en la sede de la Universidad Centroamericana (UCA) de El Salvador.

A mediados de noviembre pasado la Procuraduría de Derechos Humanos (PDDH) de El Salvador inició una investigación por las supuestas amenazas a Jorge Galán.

Una amenaza con pistola bastó para que Galán abandonara un país "del que no quisiera hablar mal" para recalar en Granada (sur), donde espera que el Gobierno español le conceda su petición de asilo mientras agota los seis meses de permiso temporal.

"Para mí la vida es sagrada, lo más valioso que uno tiene. No la arriesgaría por la libertad de expresión porque no soy un valiente", explicó a Efe para apuntar que escribió "Noviembre" con la "ingenuidad" de que todo quedaría en un quehacer literario.

"Lamentablemente mi país se ha construido sobre muchas injusticias y sobre muchos silencios, tratar de rescatar del olvido una historia como la del asesinato de los jesuitas provoca mucho rechazo", según Galán.

El amor por El Salvador le impide criticar a su país, al que relaciona con un acceso a la cultura "muy limitado", una larga guerra civil, el control de las maras o bandas y "con poco respeto a la justicia", lo que convierte la supervivencia en una cuestión diaria.

"Cuando uno no puede subir a un autobús sin poner en peligro su vida las prioridades cambian y la literatura puede no ser una. El instinto de supervivencia llega a ocuparlo todo, incluso aquello que creemos dominado por las conductas más racionales", ha resumido.

Sin respuestas heroicas sobre la libertad de expresión que le ha costado el exilio, Galán reconoce que nunca tuvo miedo, que la historia le atrapó de tal manera "que solo sentía la necesidad de contarla" porque es "hermosa, de entrega, de pasión, de sacrificio, de injusticia, de impunidad, una historia de amor por los otros".

"Mi país se ha construido sobre aquella injusticia, sobre un silencio cómplice de crímenes, creo que ha llegado el momento de asegurar que es un proyecto fallido, una sociedad rota. Tal vez lo que necesitamos es seguir el ejemplo de aquellos hombres en lugar de silenciar sus historias para contentar a sus asesinos", cuenta.

Mientras confía en la concesión de asilo en España, Galán afronta el futuro inmediato intentando escribir, leer, pasar el tiempo con los amigos que le han abierto sus casas y "pensar lo menos posible", aunque asegura que "nada" compensa estar lejos de la familia porque El Salvador "es un país del que es muy complicado marcharse".

Referentes como Vargas Llosa, Joaquín Sabina, Yusef Komunyakaa y Andre Guttfreund han firmado un manifiesto de apoyo a Galán y contra sus amenazas, que espera pasen para volver a casa.