Llegar al gobierno y asumir el poder es un legítimo derecho para todos los salvadoreños, ejercer gobierno y ser parte de la administración pública va en la misma línea, muchos expresan sus pensamientos y razonamientos de cómo gobernar y en primer lugar para quién gobernar. Actualmente tenemos como objetivo de gobierno la persona, el pobre, el más necesitado, etc.., pero muy poco se habla de ¿para qué gobernar?, es decir, cuáles son los objetivos más allá de beneficiar al pobre y al desamparado, lo cual no es malo, pero es menos relevante cuando de gobernar para toda la nación se trata; es cierto que gran parte de la población es pobre pero pensar en que esa es la única razón para ejercer gobierno es limitado, de hecho reduce la visión y tampoco ayuda a resolver el problema de la pobreza, porque se vuelve necesario para sostener campañas que haya gente pobre, es una especie de círculo vicioso, que nace de una genuina preocupación pero que no nos permite comprender el potencial real de ejercer gobierno y de paso resolver la pobreza.

No solo debemos pensar en para quiénes hay que gobernar, también debemos pensar en para qué gobernar, ahí hay importantes elementos que son necesarios ahora que se discute, por ejemplo, el aumento al Fodes de las alcaldías.Muchos estamos totalmente de acuerdo en que se necesita más dinero en los municipios, independientemente de la corrupción actual o pasada, los municipios son los territorios donde la gente vive y donde merece encontrar su desarrollo, pero pensar solo en el quién es parte del problema ya que se gobierna bajo la premisa de la gente como necesidad y no en para qué como premisa de resolverle problemas a la gente, si se hubiese pensado en para qué, nos diéramos cuenta que no hay dinero para más Fodes y que darlo sin analizar, incluso violando la misma ley de responsabilidad fiscal es un absurdo económico.

La pobreza es un resultado de la falta de empleo, de la falta de oportunidades, de la falta de desarrollo comercial, de la falta de productividad, de la falta de crecimiento, entonces resolverlo es gobernar con el para qué y no para quién, así nuestros gobernantes estarían tomando decisiones mucho más efectivas que simplemente aumentar el gasto público con dinero que no existe, si se gobernara pensando en el para qué, las decisiones no estarían vinculadas a si aumentar o poner más impuestos o si se crean más restricciones a la productividad, al contrario, estarían clarísimamente inclinadas a hacer que las personas generen sus recursos, generen su riqueza, las decisiones estarían enfocadas a destruir barreras como el quedan, la jornada laboral de ocho horas, los altos impuestos de importación, la burocracia, la centralización, etc…las decisiones serían para hacer que la gente no necesite del gobierno, que se reduzcan los subsidios y aumente la conciencia del costo de las cosas, se haría suficiente influencia para hacer ver que buenas pensiones, buena salud y buena educación requieren la inversión de todos pero muy pocos tienen empleo formal y otros pocos pagan impuestos. El preguntarnos para qué gobernar, debe ser suficiente para reencontrar los principios de verdad, justicia, honradez, honorabilidad, amabilidad, servicio, gratitud y laboriosidad, porque de todo eso también hemos perdido y no volverán si solo pensamos en para quién hay que gobernar. Pensar en quién nos hace proclives a negociar favores, a favorecer sectores, a gobernar por intereses personales, es más nos vuelve en políticos personales cuyos sentimientos son personales, pensar en por qué gobernar nos vuelve creativos, nos empuja a soluciones generales, a crear de nuestros líderes verdaderos estadistas que están ahí para que el gobierno sea fuente de empuje y no piedra de tropiezo.

­¿Para qué gobernar? Para generar del ciudadano una mejor persona, para generar mejores familias, hacer de cada uno un mejor trabajador, un mejor empresario, para que por cuenta propia levante sus negocios, haga grande su visión, haga gigantesca su ganancia, ¿gobernar para qué? Para crear un país donde se respete la ley, se premie al bueno y se castigue al malo, donde el malo que se corrija encuentre cómo progresar. ¿Gobernar para qué? Para que nuestras exportaciones crezcan y alcancen todos los mercados posibles en el mundo, para que el que quiera importar lo haga rápido, a bajo costo y sin límites, ¿gobernar para qué? Para construir las calles y carreteras que se necesiten para hacer crecer la productividad y entregar pronto y de forma eficiente los productos, para mejorar el tráfico en las ciudades, ¿gobernar para qué? Para cuidar que el grande no abuse del pequeño, para cuidar que no exista evasión fiscal, para recordarnos que todos somos iguales ante la ley, ¿gobernar para qué? Para enfatizarnos en que todos tenemos derechos pero también obligaciones, ¿gobernar para qué? Para darle solución a los problemas…

¿Gobernar para quién? es una visión corta, limitada y que hasta hoy solo ha dejado decisiones que nos dividen, nos empobrecen más y provocan la marginación que tanto queremos resolver.