Una bandera salvadoreña ondeó en la plaza principal de Nueva Ocotepeque, Honduras, luego que fuera ocupada por el Ejército salvadoreño.


Como una “víctoria pírrica” para el país, califica la guerra entre El Salvador y Honduras ocurrida en 1969, el historiador militar Herard von Santos, porque no se cumplieron los objetivos del Ejército: cesar la expulsión de salvadoreños de territorio hondureño y una indemnización para quienes se les había quitado sus tierras.

“Nosotros no fuimos a conquistar territorio ni a derrocar presidentes, fuimos a defender nuestra minoría”, define el objetivo de lucha militar, el capitán Santos.

Corría el año de 1968, en Honduras miles de salvadoreños se habían acentado para trabajar la tierra, principalmente, los salvadoreños de las zonas migratorias, pero el campesinado organizado del vecino país exigió un reparto de terrenos.

El gobierno hondureño, liderado por el presidente militar Oswaldo López Arellano, aprobó una reforma agraria, en julio de ese año, que distribuía las tierras nacionales y en los primeros meses de 1969, los salvadoreños en Honduras recibieron cartas para entregar sus tierras. Miles de salvadoreños fueron despojados de sus posesiones y expulsados y según el historiador, Santos, los salvadoreños fueron “cazados”.

Santos dice que esto creó una “efervescencia”, en el país. “La gente se indignó y ¿a quiénes les fueron a pedir: ‘Vayan a defender a nuestros compatriotas’? A la Fuerza Armada”, relata.

Y agrega: “Hubo una reunión en el cuartel San Carlos con alrededor de 500 oficiales que eran más del 90 % de los oficiales de aquella época de ese Ejército en la que le exigieron ir a la guerra o que se atuviera a las consecuencias, entonces él de esa reunión salió a Casa Presidencial y le dijo al presidente o vamos a la guerra o no amanecemos como gobierno, lo dijo él en sus memorias ‘Militares al poder”, explica.

El 14 de julio, el Ejército salvadoreño lanza un atentado contra el aeropuerto Toncontín, en Honduras, y con eso inició el enfrentamiento que duró cinco días. “Honduras tenía una mejor aviación que la nuestra, en términos de números de aviones, de calidad de esos aviones, y el entrenamiento de sus pilotos; entonces, una manera de disminuir esa ventaja era primero dar el primer golpe, segundo, que en lugar que fuera un golpe dirigido a la estructura terrestre, a las posiciones de infantería hondureña, el primer golpe tenía que ser a la fuerza aérea hondureña”, explica.

La estrategia salvadoreña fue atacar al atardecer del 14 de julio para evitar una respuesta de Honduras. Los aviones salvadoreños -civiles y militares- tenían la orden de atacar a las 6:10 de la tarde.

 

La preparación

“No teníamos suficientes aviones y pilotos, así que la Fuerza Aérea echó mano de sus reservas ¿y quiénes eran las reservas? El club de aviación ¿y quiénes eran los pilotos del club de aviación? La mayoría, eran familiares de las familias de más renombre de este país”, dice Santos.

La Fuerza Aérea Salvadoreña tenía cinco aviones C47, donde se adaptaron rieles para arrojar bombas de 100 libras; cinco Mustang, cuatro Cavalier y cuatro Corsarios de la Segunda Guerra Mundial. A esto se le sumaron 15 aviones civiles que se ocupaban para regar veneno, dice el capitán Herard von Santos. Recuerda que al estilo de la Primera Guerra Mundial idearon lanzar granadas mortero de 60 milímetros a mano, después de hacer pruebas en el volcán de San Salvador.

“Ya teníamos la granada, ¿quién las va a lanzar? Porque el piloto en la maniobra no puede. Los paracaidistas. Estos tipos están entrenados para esto y si (pasa) cualquier cosa, llevan su paracaídas y pueden saltar. Así que los paracaidistas fueron los artilleros de los pilotos civiles”, afirma Santos.

Junto al ataque aéreo, El Salvador lanzó un ataque terrestre que logró un avance en territorio Hondureño: Hasta Nueva Ocotepeque, de lado del norte y hasta Nacaome, del lado del noreste.

“Si bien el ataque del 14 no logró el objetivo principal, el avance de la infantería si logró que la Fuerza Aérea no viniera a atacar nuestro país, después del 15; el 15 en la mañana si vinieron, antes que cruzarámos la frontera, después esa ventaja aérea se les anuló porque tuvieron que socorrer la infantería”, dice Santos.

El historiador militar se refiere al ataque del aeropuerto de Ilopango, en la mañana del 15 de julio, cuando cuatro aviones militares de Honduras sobrevolaron suelo salvadoreño.

“Cada uno venía con una bomba de 500 libras... una quedó perdida en lo que ahora es Bosques de Prusia, que 36 años después se encontró porque no estalló, se desarmó y hoy se exhibe en el museo de la Fuerza Aérea. Otra bomba, el avión que la iba a lanzar se acercó tanto que el fuego antiaéreo que teníamos, casi le despedaza el ala y el vientre donde venía la bomba y se la desprendió, calló sobre una de las pistas y no explotó. Una explotó en un hangar, no hizo mayores cosas y la otra explotó en la pista que por suerte era de concreto y en la tarde ya estaba reparado el hoyo”, relata el capitán Santos.

El combate duró 120 horas, porque la Organización de Estados Américanos (OEA) intervino en el cese al fuego. Según el historiador el gobierno salvadoreño, liderado por el general Fidel Sánchez Hernández temía una sanción económica; así ocurrió que el 18 de julio, El Salvador detuvo el fuego, pero no retiró sus tropas de los territorios “ganados”.

Según Santos, El Salvador tuvo entre 700 y 1,000 bajas, entre heridos, muertos y desaparecidos, mientras que Honduras tuvo 1,500 soldados muertos y unos 1,000 civiles fallecidos, debido a que el Ejército hondureño fue insuficiente y echó mano de la población.

 

El presidente de la República del entonces, el general Fidel Sánchez Hernández.


Pilotos salvadoreños que sobrevolaron y atacaron Honduras en la guerra “de las 100 horas”.