El fútbol es más que un deporte, es pasión. Está lleno de emociones. En el campo de juego alguien grita tu nombre y aplaude tus jugadas, te conocen, quieren ser como vos. Compran tu número de camiseta y entradas para un estadio. Te ven por televisión. Representas a tu país. Juegas en un gran equipo. Ganas dinero. Apareces en los periódicos. ¿Y después qué?

La carrera de un futbolista profesional dura en promedio 15 años, esto si no sufre una lesión que lo saque de la cancha a medio tiempo. El declive es inevitable. Con el paso de los años la resistencia, la velocidad y la fuerza disminuyen, y es momento de colgar los tacos.

En cualquier otra profesión, la edad en la que los futbolistas se retiran, es el mejor momento de su carrera, justo comienzan a despejar, pero el jugador va de salida. Se ve obligado a cambiar de cancha.

“El momento llega, cuando más necesita un jugador en El Salvador es cuando va a cumplir entre 30 y 32 años, tiene esposa, hijos y compromisos. Uno quiere ganar más. Pero en ese momento los federativos y dueños de club te desechan”, confiesa Edwin Archila.

El central recuerda que en sus tiempos de futbolista conoció a pocos jugadores que asistían a la universidad y terminaron su carrera. Los contó. Le sobraron dedos de la mano. “Niky Chávez, Martin Belloso, Amaya Revelo, Carlos Villatoro, la Ardilla Arévalo, William Santillana, (pausa), José María Mandingo Rivas, (pausa y vista al suelo) son pocos…”, lamenta.

“Unos nos preocupamos por ser algo después y los demás compañeros se molestan, creen que uno se compara con ellos, porque uno va a la universidad y ellos no. Es bien fregado, ellos no quieren ni un consejo”, agrega.

Para Archila es imposible olvidar las reflexiones de Milovan. Les hacía preguntas que muchos ignoraban: ¿Cuando estés viejo quién te va a mantener? ¿Por qué en tu país quienes menos saben de fútbol lo administran?, recuerda Archila.

Uno de los momentos más decepcionantes lo atravesó en la selección al lado de Milovan. “Nosotros pasamos un mes discutiendo con los federativos para que nos dieran 25 dólares de viáticos”. Una vez Archila recibió, por equivocación, la hoja de viáticos de un federativo y pudo confirmar la diferencia entre los beneficios. “Esa hoja no era mía. Los directivos recibían $300 de viáticos diarios. Fue muy duro”, revela.

¿Qué hace hoy?

Edwin vive en Ahuachapán. Tiene 58 años. Trabaja en la unidad de proyectos de la alcaldía municipal. Y aunque después de su retiro se dedicó a su profesión de arquitecto, el fútbol está presente todos los días de su vida.

“Dios me ha dado tanto que por más que viviera tres mil vidas no podría pagarle”, menciona.

Una de las paredes de su casa está cubierta de fotos y artículos de periódicos de los 80’s protegidos bajo un cuadro de vidrio. En la misma pared cuelga su título de arquitecto, este año se cumplieron 33 de su graduación. En la misma pared también se ve el título de su esposa Norma y el de Sofía, su hija menor, ella también es arquitecta, su padre la inspiró.

El fútbol se lleva en las venas. Matías, su primer nieto, tiene 10 años y ya formó parte del Alianza y Funda Mágico. Actualmente juega en la College Cup del Colegio Bautista. Quiere crecer y marcar goles. Su otra hija estudia periodismo. Quiere contar historias. También ama el fútbol.

Atrás ha quedado el afro despeinado de Archila que le ayudaba a cabecear la pelota lejos del área.

“Lo bonito del fútbol es que le da oportunidades a quienes no la tienen. Yo no podía pagarme nada y gracias al fútbol lo logré” “Los sueños sí se cumplen”, agrega.