Honduras eligió el domingo a la primera mujer presidenta en su historia, una elección que además, terminó con el bipartidismo que ha gobernado la vecina nación en sus más de 200 años de historia republicana.

Pero Xiomara Castro de Zelaya tendrá enormes desafíos que enfrentar. Una nación con una pobreza endémica, con un problema gravísimo de inseguridad y la presencia de bandas de narcotraficantes que han convertido a ese país en su refugio.

Castro es la esposa de Manuel Zelaya, el derrocado expresidente que en 2009 intentó alinear al país en la órbita del chavismo y fue derrocado por un golpe de Estado. Luego vinieron tres gobiernos del Partido Nacional, incluyendo dos continuos de Juan Orlando Hernández, el presidente saliente, duramente cuestionado por sus presuntos nexos con el narcotráfico.

Y aunque Castro ha anunciado un “gobierno de reconciliación” y ha tendido la mano a sus opositores, llamando a un diálogo con todos los sectores, las dudas sobre el camino que emprenderá persisten. ¿Seguirá los pasos de su esposo en convertir a Honduras en otra Venezuela u otra Nicaragua? ¿O gobernará con sensatez y corregirá todos los abusos cometidos por Hernández durante sus dos periodos? La duda está en el aire.

El gobierno de Zelaya no fue tampoco un ejemplo de transparencia y lo que está claro es que los hondureños están hartos de la corrupción y los desplantes autoritarios. Además, tendrá que actuar con rapidez ante la dura crisis económica que enfrentan debido a la pandemia y a dos huracanes que golpearon la infraestructura productiva y dejaron miles de damnificados en 2020.